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Voto de El cameo de Keith Richards:
8
Drama. Romance. Musical Enero de 1942, 400.000 judíos de toda Polonia llevan más de un año confinados por los nazis en un estrecho gueto en mitad de la ciudad. Fuera del muro, la vida sigue adelante. Dentro, sus habitantes luchan por sobrevivir. Sin embargo, el alto muro de ladrillos no consigue parar la creación de un grupo de actores judíos que, en una helada noche invernal, interpreta una comedia musical en el teatro Fémina. Los espectadores ríen y se ... [+]
8 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevo muchísimo tiempo sin escribir una crítica y no son pocas las ocasiones que he querido comenzar una nueva. Esta vez, con el recuerdo fresco de "El amor en su lugar" y con la ayuda del puente de diciembre, me veo en condiciones de empezar:

Qué gozada de película. Qué experiencia más bonita. Tiene ritmo, es entretenida, la música es excepcional y la mezcla de planos secuencias con primeros planos es sencillamente hipnótica. Eso es; es hipnótica, como toda buena película (¿no es uno de los principios del séptimo arte entretener?), como toda buena obra de teatro, como toda canción y como toda pieza de arte que albergue la capacidad de conmover a quien la observa.

El contexto, sobradamente conocido, es puro drama, es el abismo de la humanidad y el mal en si mismo. Pero entre las sombras de esta realidad, hay espacio para otro mundo en donde el amor tiene cabida, en donde un grupo de personas se reúnen para hacer aquello que les gusta y darles sentido a la existencia, a pesar de lo efímera que resulta, a pesar del hambre y el frío.

Rodrigo Cortés no se regodea en la miseria y el horror. La muestra, siempre está y en ocasiones aparece un breve atisbo de su brutalidad, pero no quiere repetir lo mismo que otros filmes ya han sabido retratar brillantemente. Por ahí, en su propuesta, andan Lubitsch y Wilder, con brotes de humor y sarcasmo, por ahí anda, por supuesto, Jurandot, pero también hay un plano secuencia inicial que recuerda al Welles en "Sed de Mal" y un ritmo frenético que, de alguna manera, siempre nos lleva al admirado Martin. Pero, por supuesto, hallamos el talento de un compositor fantástico, en la batuta de Víctor Reyes, que desde la primera nota hasta la última otorga la capa exacta que necesita el filme. Pero es que también encontramos actores en estado de gracia (todos ellos salvo, quizás, a un ligeramente histriónico militar nazi) y el descubrimiento de Clara Rugaard, que se come la pantalla desde el principio. En su mirada está la certeza de las personas que tienen las ideas claras y que piensan como actúan, rápido. Un personaje, Stefcia, con carácter y que vive como siente, atrapada en un cúmulo de emociones que intenta canalizar de la mejor manera, debatiéndose entre el amor y la vida, pensando al tiempo que tiene que entrar a escena y cantar la siguiente canción. Su pasión por Edmund es equiparable a su pasión por el teatro y el teatro es, además, uno de los motivos que la mantiene a ella y al resto de los judíos del gueto de Varsovia, con vida. Porque vivir no es respirar; es tener motivos para levantarse cada día y poder compartirlos. Y el amor y el arte son razones más que suficientes para seguir adelante, aún cuando el horror y el hambre no te dejan respirar. De hecho, precisamente por eso, lo son más que nunca.

Además, el teatro es el terreno de los sueños, un entorno que permite descubrir otros mundos, otras realidades, penas y alegrías. Es un diálogo entre actores y el público, una conversación entre la multitud de personas que se congregan en ese recinto. De manera que el espectáculo debe continuar.

Gracias, Rodrigo, por regalarnos esta obra. Sin duda, merece el aplauso del respetable.
El cameo de Keith Richards
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