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7
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17.739
Ciencia ficción. Fantástico. Drama
Año 2041. En un futuro no muy lejano, los seres humanos viven acompañados de criaturas mecánicas. Álex (Daniel Brühl), un reputado ingeniero cibernético, regresa a Santa Irene con un encargo de la Facultad de Robótica: la creación de un niño robot. Durante su ausencia, su hermano David (Alberto Ammann) y su novia Lana (Marta Etura) se han casado. La rutina de Álex se ve alterada de forma inesperada por Eva (Claudia Vega), la hija de ... [+]
6 de octubre de 2011
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer, en Sitges, tuve una cita con alguien que no conocía. Esta cita, sin ser la mejor de mi vida, me fue de gran ayuda para expulsar algunas ideas, algunos prejuicios, algunas costumbres que está bien romper de vez en cuando. Ella se llamaba Eva, y aunque le queda un largo camino por recorrer, tenía algo en su haber que denotaba importancia, un interés especial.
Esta cita fue, efectivamente, más importante por lo que arrastraba, por su significado intrínseco, que por la cita en sí, entretenida, pero demasiado dada al sentimentalismo, a un melodrama que sinceramente intento esquivar, aún más en las primeras citas. Puede que sea porque Eva es más joven de lo que quería aparentar, puede que sea porque aún no sabe amortizar la totalidad de sus virtudes, y es que la hora y media que pasé con ella acabó y yo sentí el sabor agridulce de quien no alcanza la plena satisfacción habiendo tenido la miel en los labios. La miel está y sólo falta refinarla, contenerse a veces, o dejarse llevar, resiguiendo este camino que por fin empieza a virar hacia algo nuevo, hacia un sitio al que no estamos habituados a ir.
Y es que acostumbrados al imaginario futurista cinematográfico, con rascacielos infinitos, coches voladores y viajes interestelares, conocemos a Eva. Acostumbrados a relacionar el cine catalán y español con la falta de recursos y de interés por el cine pirotécnico y los efectos especiales, conocemos a Eva. Acostumbrados a entender el sello Escac como un sinónimo de obras minimalistas, contenidas y costumbristas, conocemos a Eva. Y acostumbrados a ver la firma de Kike Maíllo en una serie tan austera, tan ligera como Arroz pasado, conocemos a Eva.
(Sigue en spoiler)
Esta cita fue, efectivamente, más importante por lo que arrastraba, por su significado intrínseco, que por la cita en sí, entretenida, pero demasiado dada al sentimentalismo, a un melodrama que sinceramente intento esquivar, aún más en las primeras citas. Puede que sea porque Eva es más joven de lo que quería aparentar, puede que sea porque aún no sabe amortizar la totalidad de sus virtudes, y es que la hora y media que pasé con ella acabó y yo sentí el sabor agridulce de quien no alcanza la plena satisfacción habiendo tenido la miel en los labios. La miel está y sólo falta refinarla, contenerse a veces, o dejarse llevar, resiguiendo este camino que por fin empieza a virar hacia algo nuevo, hacia un sitio al que no estamos habituados a ir.
Y es que acostumbrados al imaginario futurista cinematográfico, con rascacielos infinitos, coches voladores y viajes interestelares, conocemos a Eva. Acostumbrados a relacionar el cine catalán y español con la falta de recursos y de interés por el cine pirotécnico y los efectos especiales, conocemos a Eva. Acostumbrados a entender el sello Escac como un sinónimo de obras minimalistas, contenidas y costumbristas, conocemos a Eva. Y acostumbrados a ver la firma de Kike Maíllo en una serie tan austera, tan ligera como Arroz pasado, conocemos a Eva.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Eva no es una película mayúscula, ni el mejor film del año, pero sí que tiene una aureola especial, de pionera, casi, en la consolidación del cine ‘de casa’ con un género que ha obviado demasiado a menudo, dejándolo automáticamente en manos de la gran industria, y ésta es la norteamericana –o la única que, en teoría, puede afrontar la difícil tasca de producir y crear efectos realistas y solventes–. Aquí, los efectos especiales son inapelables, y casan a la perfección con la estética preciosista con la que Maíllo explica esta historia de amor y robots, próxima a Inteligencia Artificial de Spielberg por su componente familiar, intimista. La hábil puesta en escena de un futuro más o menos próximo es creíble gracias a una decoración nada ostentosa, en un estético cóctel de robótica avanzada y una ciudad cualquiera cubierta de nieve. Es una lástima que ésta nieve acabe convertida en azúcar en un guión –firmado, curiosamente, por ni más ni menos que cuatro nombres propios; Sergi Belbel, Cristina Clemente, Martí Roca y Aintza Serra–, que es incapaz de deshacerse de según qué tópicos, eclipsando buena parte del metraje con una historia de amor que suena demasiado familiar, a melodrama sentimental de manual.
Sea como sea, esta cita no me deja las manos vacías, más bien al contrario. Eva es, seguramente, más importante por lo que representa que por lo que es en sí, y es por eso, y por lo que vendrá, un punto y aparte decisivo y un paso hacia delante potente, efectivo, necesario.
Sea como sea, esta cita no me deja las manos vacías, más bien al contrario. Eva es, seguramente, más importante por lo que representa que por lo que es en sí, y es por eso, y por lo que vendrá, un punto y aparte decisivo y un paso hacia delante potente, efectivo, necesario.