Una cosa que se puede destacar de las películas de Ben Stiller es su trasfondo: todas están plagadas de estupideces y son tremendamente divertidas, pero bajo esa aparente imbecilidad se esconden críticas al mundo del espectáculo, convenciones sociales y el estilo de vida occidental.
Aquí el blanco es el mundo de la moda, este es un verdadero alegato en contra de la superficialidad y vanidad que caracteriza a este ambiente. Y vaya que lo hace bien. La película es divertida y estúpida como ella sola, pero consigue hacer reflexionar al espectador.
Y hay que destacar también lo sobrio que es el humor de Ben, se basa más en la estupidez y el absurdo que en la vulgaridad, escatología y ofensas, cosas típicas de Seth McFarlane y Sacha Baron Cohen, cuyas películas solo se basan en eso y no tienen ningún mensaje o contenido. Me da lata que sus porquerías sean más famosas que esta humilde y recomendable película de culto.