Este fue el primero de una serie de remakes que se realizaron con la llegada del nuevo siglo. Dichos remakes supusieron unas versiones alternativas de los clásicos del terror setentero y ochentero. La división de opiniones ha sido total en la mayoría de los casos. Eso sí, en algunos no ha habido debate pese a no tratarse de producciones malas, ni mucho menos. Lo que ocurre es que la huella que deja el film original es tan imborrable que los más puristas son incapaces de valorar algo diferente. Y no estoy criticando a nadie, que conste, simplemente he dicho la realidad. Entrando ya en materia, he de decir que esta segunda versión de La matanza de Texas rivaliza con la primera, pues consigue ser distinta, y, por tanto, tener personalidad propia, algo que es más importante de lo que parece porque así no tenemos la sensación de estar viendo una copia. Además, la cinta que nos ocupa posee detalles a destacar: algún que otro plano muy interesante, una ambientación sureña incómoda y seca, efectos visuales convincentes y una Jessica Biel tan sexy como luchadora. De modo que si os da pereza ver la película de 1974 por lo que sea, os recomiendo esta. Leatherface sigue resultando imponente con su típica motosierra y su horrenda caracterización. Y sí, efectivamente los jóvenes destinados a morir más temprano que tarde no aportan nada de nada a la historia. Una historia, por cierto, que es la misma de siempre, para que nos vamos a engañar. Las muertes son un poco decepcionantes a pesar de ser grotescas, me esperaba más sangre, más violencia y, sobre todo, más gore en tales momentos. En fin, después de las horribles secuelas que se realizaron a partir del filme original, acertaron por fin con este remake. En ocasiones (como esta) empezar desde cero es lo mejor que se puede hacer y esta saga lo pedía a gritos. Insisto, no tiene nada que envidiarle al film de los setenta. Así sí.