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Austria Austria · Ciudadano del mundo
Voto de I m feeling good:
4
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
20 de mayo de 2008
39 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, una película de sentimientos de verdad, ¿quién de vosotros nunca ha usado la mantequilla para sodomizar a una rodaja de pan?
Esta es mi opinión sobre el tema que expone Bertolucci, coincidimos bastante: La sodomía es el primer paso de la catarsis, esta casi siempre deriva en la necesidad de la sumisión, propia o inflingida a otro. La sumisión responde a la primera necesidad del asocial o del apartado de la sociedad. Los miedos vuelan, Bertolucci rueda una película.
Las relaciones humanas no son como las muestra "El último tango en París", ni siquiera echándole imaginación al asunto. Y al no ser una exacerbación de la realidad, no vale eso de que explota sentimientos invisibles pero que "haberlos haylos".
Pediría a FA que la pusiese en la categoría de "Fantástica". Os explico, los dos personajes se encuentran por casualidad mirando un piso, se miran un poco, y, de repente, os explico 150 minutos: "¿dónde está la mantequilla?" Pregunta inquisitivo el bueno de Marlon. "¿Dónde va a estar, Marlon? Dónde la dejaste después del desayuno continental de esta mañana; en el frigorífico, marlon, arriba, al lado de los huevos y la leche, como te gusta, todos los productos lácteos juntos." El marlon se inquieta y responde acelerado: "pero, querida, los huevos no son un producto lácteo. Es triste tu error, inquieta la satisfacción humana por la división y reglamentación de la realidad, sería único vivir en un conglomerado finito, pero mutable, de libertad y de posibilidades infinitas, donde la leche, los yogures y los huevos aceptaran a la mantequilla sin repudiarla".

Esta película, como tantas otras de supuesta profundidad intrínseca, es la idónea para que los que se aburren viéndola, pero que detestan reconocerlo porque tienen la personalidad untada en mantequilla, se inventen tramas y subtramas subyacentes a la aparente simplicidad de la obra, porque algo tienen que decir cuando acabe la película y los catorce ojos gafapastas de sus siete amigos le miren y le excruten un pensamiento a la altura de Rockdeluxe, al menos.

Una emoción compleja y sincera no tiene porque ser, de hecho casi nunca lo es, tan rocambolesca como la que plantea el paletón de Bertolucci. La tristeza y desesperación suele desembocar en la debilidad, y la debilidad es el estado que más nos simplifica, nos vulnera, nos hace minúsculos. Y Bertolucci lo ha conseguido con “El último tango”, nos ha adentrado en su búsqueda de la catarsis, nos ha purificado y nos ha hecho reflexionar sobre la soledad, la crueldad y el sometimiento, o sea, que nos ha dado por el culo sin mantequilla si quiera, y sí, se acaba de confirmar, la sangre brota de nuevo por nuestro ano. No pasaba desde hacía años, desde que decidimos ver Crash, La Dolce Vita o La Noche del cazador, una desgracia amigos, una desgracia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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