Esta ha sido mi cuarta película del genio japonés. Y como resulta habitual en su filmografía estamos ante una película notable cuando no sobresaliente, pero por desgracia también asistimos a uno de sus peculiares contras en su filmografía, que resultaría ser el exceso de metraje.

La película nos cuenta la historia de un viejo anciano, Kanji Watanabe, funcionario triste y gris, del Japón que abraza el desarrollo económico e industrial tras la guerra. Que ante la certeza de que va a morir de cáncer en escasos meses busca desesperadamente si no recuperar el tiempo perdido, sí al menos una motivación para vivir que no encuentra en su familia, al ser viudo con un único hijo más preocupado de heredar que de otra cosa.

Y la película no es mucho más, pequeñas vivencias y entretenimientos que no son nada para cualquiera pero son gasolina vital para un anciano que no las ha vivido. La película cobra aún más interés cuando toma más protagonismo la joven y vitalista compañera de Kanji. Esta mujer alegre y jovial contagia su ilusión por vivir al espectador tanto como al protagonista que quiere pasar cada vez más tiempo con ella, cual vampiro que necesitase chupar su energía y fuerza vital para poder seguir viviendo. Y al final todos, incluso Kanji, siempre podemos encontrar una forma de dejar un legado por modesto que parezca. ¿Y por qué no valoro mejor a la película? Pues porque Kurosawa la alarga innecesariamente, se carga una película que funciona como un reloj con buen ritmo con unos 20/25 minutos previos al final de la película que sobran, se estiran sin aportar nada memorable y resultan insatisfactorios para el espectador. Cualquiera que vea la película sabe a que escena me refiero.

Y cargarse una película que roza el sobresaliente de esa manera es criminal. Ya me desagradó el alargado final de "El infierno del odio" pero en esta película aún es peor. Una lastima, aún con todo film notable como poco.