Quizás esta palabra sea la que mejor defina este film: la gran profesionalidad que muestran el director-guionista (Jamnes Mangold) y el excelente elenco de actores entre los que sobresale el mejor de la función, un gran Sylvester Stallone.

No es cuestión de hacer una apología de Stallone, un actor cuyos derroteros profesionales le llevaron por un cine de acción cómodo, fácil y resultón para él, que le granjeo una gran popularidad y muchos dólares. Sin embargo no se puede, por menos, reconocer la excelente composición, kilos aparte, que hace de un jefe de policia de un pueblo muy especial - la ciudad de los polis- que admira y teme por igual a esos policias de ciudad que tiene enfrente, que muestra miedos, inseguridad, frustación, remordimientos, dudas y por fin convencimiento. Domina todos esos registros de una manera espléndida, como ya hizo en "Acorralado" "Rocky Balboa" o en "FIST símbolo de fuerza". Un actorazo, cuando quiere.

La historia tiene reminiscencias del western clásico, como "Río Bravo" o "Solo ante el peligro", con una población que ve prero prefiere mirar a otro lado. La soledad del héroe. Porque en este caso, western y policíaco van de la mano.

Mangold crea una escena final, el climax de la película, quitándole, aparentemente toda espectacularidad y sin embargo, creando una secuencia que debería figurar en las antologías. La rueda desde el punto de vista de alguien que se acaba de quedar sordo y no domina el entorno en el que se encuentra. Es una escena sencillamente espectacular por la sobriedad con la que se dirige.

Estamos ante una magnífica película policíaca, con un director y actores en estado de gracia.