Uno de los factores que me resulta más llamativo en el cine de Xavier Dolan es la expresividad. Se mueve muy cómodamente a caballo entre las escenas histriónicas en las que los insultos franceses abundan y escenas en las que se comunica mucho con muy pocas palabras, por ejemplo en los amores imaginarios y la película a la que hace alusión esta crítica.

En "solo el fin del mundo" nos encontramos una obra pausada pero, a diferencia de lo que nos puedan hacer creer, no es una experiencia sosegada. Si, como espectadores, conseguimos conectar con la psicología de los personajes podremos atisbar todos los complejos, emociones y reacciones que genera el abandono. Aun así, comprendo que muchos espectadores no conecten con ella ya que es una película hace difícil su visionado.