¡No os cabreéis, compañeros, que os veo a todos muy tensos!
Si es que es muy complicado el mundo de las adaptaciones: siempre corres el riesgo de que una legión de fans te linche tres veces más de lo que mereces sólo por mancillar la esencia de lo que sea que se te dé por adaptar.

Bueno, es cierto que esta película mancilla a Super Mario Bros (eso es evidente) pero hay que matizar.
Dudo que esta patraña sea un insulto al videojuego. O tal vez sí, aunque yo preferiría catalogarla más bien como una tomadura de pelo realizada a modo de cachondeo y, ante todo, desde el cariño y admiración entrañable que puedan suscitar personajes como Mario y Luigi. Es algo así como un despropósito intencionado, con premeditación, pero sin alevosía. Francamente, no creo que los que se encargaron de este proyecto en ningún momento se hayan tomado con seriedad lo que tenían entre manos. Es cuestión de ver a los Goombas, a Koopa y a Yoshi para darse cuenta de que los directores sólo pretendían echarse las risas a costa de la pareja de fontaneros bigotudos.

¡Coño, si Luigi no tiene bigote!

Es cierto, la película es una basura.
¡Pero eso es lo que cunde!

Esa estética ochentera, esos ridículos personajes, el desbarajuste argumental y todo elamasijo de chorradas y sinsentidos de la cinta son ingredientes suficientes para cocinar unas partidas de chorizo muy exquisitas. De hecho me atrevería a decir que si se suprimieran precisamente los momentos que pretenden ser más divertidos y que pecan de exceso de infantilismo (diálogos bobalicones y reacciones infantiles de los personajes), la película resultaría más que pasable. Pasable como tomadura de pelo al videojuego, como comedia absurda y como parodia de un género que bien podría ser el de aventura-callejera-postapocalíptica-serie-z al más puro estilo The Warriors.

Precisamente esa es la diferencia entre Super Mario Bros y las adaptaciones comerciales como Sonic a las que nos tienen acostumbrados ahora: que ambas mancillan la obra original (videojuego o no), pero una lo hace de buen rollo y las otras lo hacen con una pretenciosidad comercial que cabrea y repugna hasta la náusea.

Lo dicho, infravalorada.
Vamos, que un 3 se le puede dar.