Todavía en el 2023, a 70 años de su realización, este primer exponente del cine bergmaniano en toda su esencia es un film que puede y merece verse. Con sus más y sus menos permanece fresco y vigente. Tantas cosas hay para apreciar en él. Bergman arroja a la pantalla -por así decir- de manera abigarrada y un tanto desordenada una retahíla de asuntos, humanos, sociales, ambientales, que siguen siendo instantáneas fieles de la realidad. Por eso la película es interesante y no deja a su público indiferente ni sin materia de reflexión.

No es la gran película, claro, es apenas el primer trabajo significativo del director, rodado con nada. Y aún así hizo su ruido en su momento, y también dio de beber a mucho cineasta del centro del mundo. No es tampoco la gran historia, vamos, no es Shakespeare. Pero no necesita serlo: se ha ganado su lugar siendo lo que es. Como se ha dicho, es un film que trasunta los resortes de la condición humana, y que resulta impactante por su carga provocativa y la expresividad de sus imágenes.

Recordaremos muchas cosas de esta cinta, a despecho de las décadas que, implacables y crueles, seguirán pasando. Imágenes de la cerril Mónica, a montones. Pero también de Harry, de sus ojos hechizados; de su candor, de su bondad. La historia de los contrastes: los opuestos se han atraído, como suele pasar, para volver a fatalmente separarse en el juego interminable de los ciclos. La historia de los impulsos vitales básicos, elementales, arrolladores, ciegos, bullendo contra el mundo frío y las realidades pétreas que, aguardando al final de la aventura entusiasta y cándida, exigirán adaptación.