Los accidentes a veces ocurren, y esta película es una buena muestra de ello.

La descubrí a través de la revista FHM, que proclamaba a los cuatro vientos su originalísimo argumento y su puesta en escena tan puñeteramente divertida... a la altura del filme americano por y para pajilleros de toda la vida. Y a día de hoy, después de visualizar estos 93 minutos de pura y deslabazada basura, estoy en posición de demandar a la citada revista por recomendar a sus lectores un material de tan ínfima calidad.

Maldita sea, se podía hacer una peli mala con semejante idea, si, la típica peliculilla protagonizada por Sean William Scott o alguien de su quinta, para que cuando termines de verla al menos puedas decir: "Coño, pues podría haber sido peor", pero no, en este film no puedes plantearte esa pregunta ni por un segundo, porque es imposible hacerlo peor.

En fin, actores lamentables en su totalidad, encarnando a unos personajes que desprenden lástima por todos sus poros, y en ocasiones provocan hasta odio en el espectador (veáse el repugnante amigo gracioso del protagonista), y unas escenas de... ¿sexo? tal y como las imaginó Disney.

Asi que nada, vedla si acto seguido planeais suicidaros y necesitáis un último empujoncito que os asegure que nada en este mundo merece la pena, y que lo mejor es coagularse en una cuneta antes que seguir viendo películas semejantes.