Cuando recuerdo esta singular película del genial y difunto Jim Henson soy incapaz de no sonreír. En serio, se trata de una de las películas más dignas de recordar que he visto nunca, una auténtica obra maestra del cine de fantasía capaz de hacer que a muchos cineastas actuales hayan tocado el género se les cayera la cara de vergüenza.

"Labyrinth" de Jim Henson es una bella y divertida aventura a través de la madurez y los muchísimos caminos que ésta trae consigo, entre los cuales hay que saber bien cuál elegir para dar los pasos acertados. La película contiene metáforas, rompecabezas y grandes dosis de enigma perfectos para despertar y alentar el ingenio de cualquier espectador, ya sea un niño o un adulto. La película nunca toca temas absurdos tales como la moralina
o el maniqueo; es una experiencia con más preguntas que respuestas, y he ahí su valor.

La debutante Jennifer Connelly está encantadora, y David Bowie (quien actúa tan perfectamente como canta) está rompedor.
Las marionetas están todas increíbles, sobre todo en el baile de David Bowie con la canción "Magic Dance", con todas ellas moviéndose alrededor. Un espectáculo que ningún amante de las "virguerías fílmicas" debería perderse.

Esta película posee algo que prácticamente se ha perdido en el cine de fantasía actual: magia y cerebro. Por "magia" me refiero a tocar la fibra sensible de la razón humana pero de forma positiva; la negativa corresponde al cine de terror. Y por "cerebro" me refiero a la imprevisiblidad y a que las historias y las situaciones de resuelvan de forma inteligente y práctica, y no a golpe de espada, corriendo más rápido o adquiriendo superioridad numérica, que tristemente es lo que más abunda en una era de falta de ideas como la actual.

Una cinta que nadie interesado en la fantasía puede perderse.