No he visto nada igual, tanto respecto al film como al mismo rodaje. Desde un inicio, con las escenas que muestran a la población local, la forma de grabar recuerda al cine social, muy cercano al cine documental, la intuición no va errada, el director, de base documental, se obceca en realizar la misma proeza, la misma locura que su propio protagonista. Cuando el barco sube la montaña con lo que parecen unas poco estables poleas, uno duda si la cámara está inclinada para conseguir dicho efecto, la única explicación razonable para un proyecto inconcebible, pero se equivoca, Herzog sigue paso a paso la historia de Fitzcarraldo.
Hay quien dice que la película resulta lenta para ser un film de aventuras, y es cierto que no hay velocidad, ni acción, pero la tensión en sus mejores momentos es de los mejor que he visto, para mi esto es el máximo exponente de la aventura, el peligro, el vértigo; cuando temen a las tribus, cuando suben el barco, en las cataratas. Mención aparte para el maravilloso papel que Kinski realiza, eterno, más allá de todas las anécdotas del rodaje.
La ópera eleva más aún la historia, sobre dos hombres, el ficcionado amante de la ópera y el director del film, que están dispuestos a sacrificar todo, también a las personas, por el arte.