Este película es tramposa, y la primera trampa -bastante común por otro lado- es anunciar que está basada en hechos reales, porque ello nos fuerza a preguntarnos qué parte es real y qué parte está inventada. Sin saber eso, cualquier juicio sobre la verosimilitud, la credibilidad del guion, resultará ligero y temerario. Y la cosa se agrava cuando el espectador va sumergiéndose en una historia que pasa de lo natural a lo atroz y de lo atroz o lo grotesco.
Está bastante claro que el director bebe demasiado de dos cineastas americanos (de dos y medio para ser más exactos) de mucho éxito mundial. Cine brillante de violencia y corrupciones, delirante, sorprendente y hasta divertido (para quien no adolezca de sensibilidad tierna).
Se querrá ver ver un él una crítica efectiva al sistema soviético (hecha en 2007), pero en realidad sólo es una historia esperpéntica..