Producida por Jennifer Lopez y creada por Bradley Bredeweg y Peter Paige, “The Fosters” quiere seguir ese suma y sigue catódico de familias que acerquen a la comunidad LGTB a la ‘normalidad’. “The New Normal” abrió caminos y polémicas, previamente divisadas por “Los chicos están bien” como esa vertiente indie que tanto escaparate encuentra en los Oscars. Aquí se desconoce cómo organizaciones del tipo One Million Moms podrán atacar a esa pareja de lesbianas que han convertido “La tribu de los Brady” en una ONG de valores sociales/familiares. Pese a sus buenas críticas en los medios estadounidenses —más enfocadas, entiendo, a la temática que a la esquemática— pienso que “The Fosters” no aporta absolutamente a nivel dramático. Callie, la supuesta chica problemática, será el objeto (y sujeto) del guión para presentarnos a una familia en absoluto disfuncional aunque sí compuesta por un ¿inusual? mosaico. Tenemos a un hijo biológico cuyo padre es el compañero de trabajo de su madrasta policía mientras que otros dos hermanos viven en un quiero-y-no-puedo por contactar con su madre biológica, que simplemente quiere utilizar a su hija para conseguir dinero por la venta ilegal de las pastillas que toma prestadas y consume su hermano.

“The Fosters” me parece absolutamente legible desde el primer capítulo donde lo atípico se convierte en típico: Callie desea recuperar a su hermano pequeño, víctima de los malos tratos también de su padre —sí, siempre se salen con la suya en este tipo de ficciones— y la lesbiana policía no podrá resistirse a la broma que lanzó previamente; su vida se ha convertido en una versión gay de “La tribu de los Brady”. Es un drama pero también una serie de adolescentes e institutos con toques matrimoniales y conflictos sin resolver de cajón. Aquí podemos aplaudir más las intenciones del drama de ABC Family y su despliegue de anzuelos para captar todo tipo de targets, que los propios resultados.

Posiblemente mi fallo con “The Fosters” sea el primer plano que abre el piloto de la serie: el reformatorio se llama Chula Vista. Sí, Chula Vista. ¿La vista será de verdad ‘chula’ en un reformatorio con semejante nombre? Según me contaron por twitter, es habitual de “Mentes criminales” y es debido a que realmente existe una ciudad en EEUU con dicho nombre. ¡Qué ignorancia! Se encuentra en San Diego y es la segunda localidad con más población del condado. Mi vida ya no es igual desde que conocí la existencia de Chula Vista y efectivamente sus vistas son muy chulas tanto en la wikipedia como en googlemaps. Todo lo contrario a la ficción familiar objeto de esta reseña: demasiado sermón a la vista y guión modélico y progresista en la que seguramente veamos los métodos más al detalle de la peculiar escuela ‘surfista’ en próximas entregas. Supongo que los espectadores menos exigentes hallarán en “The Fosters” algún tipo de novedad, pero para aquellos que hemos superado hace tiempo que dos señoras se besen en una pantalla y tengan una bella-y-potita familia de pezqueñines algo descontrolados y con colmillos de tiburón… esta (necesaria) serie nunca debió salir, como su protagonista, de Chula Vista.