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Voto de sabela:
10
5,9
52.291
Drama
Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
11 de marzo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un placer visual, un poema de imágenes. La fotografía del film es exquisita, placentera. Son una imagen y una luz hechas para deleitar el ojo y dejar a la mente reflexionar ante lo que está observando. Mallick experimenta con un montaje en ocasiones trastocado, despreocupado por raccords de cualquier tipo, únicamente interesado en la emoción de los actores, del momento. Experimenta también con el sonido, ocultando ciertas cosas y dejándonos oír otras a su gusto y elección.
También es de destacar su juego en determinadas ocasiones con las sombras proyectadas en el suelo, a las que enfoca con independencia del cuerpo al que corresponden, sin afrontar directamente la realidad.
El árbol de la vida habla de la creación y la creación de la vida en general y del hombre en particular. En una hermosa metáfora, un niño sale nadando de un hogar acuático al tiempo en que se produce el parto, dejando entrever una idea sobre la posibilidad de que vengamos de algún sitio antes de nacer, de la misma manera que se plantea el que vayamos a algún otro lugar tras la muerte.
Se muestra en el film que en la vida tenemos dos formas paralelas de vivirla: la espiritual y la terrenal, ambas representadas en esta historia.
También es de destacar su juego en determinadas ocasiones con las sombras proyectadas en el suelo, a las que enfoca con independencia del cuerpo al que corresponden, sin afrontar directamente la realidad.
El árbol de la vida habla de la creación y la creación de la vida en general y del hombre en particular. En una hermosa metáfora, un niño sale nadando de un hogar acuático al tiempo en que se produce el parto, dejando entrever una idea sobre la posibilidad de que vengamos de algún sitio antes de nacer, de la misma manera que se plantea el que vayamos a algún otro lugar tras la muerte.
Se muestra en el film que en la vida tenemos dos formas paralelas de vivirla: la espiritual y la terrenal, ambas representadas en esta historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película trata la vida de un hombre marcada por su infancia, como ocurre habitualmente en el suceder de las personas. El ambiente familiar, las contradicciones, los hermanos, los juegos, las luchas, las discusiones… Todo tiene influencia directa o indirecta sobre la persona que más tarde tendrá forma y cerebro.
El personaje de la madre representa la feminidad y la belleza, es la gestalt. Es una madre en la que vemos encarnada a todas las madres, con un amor loco e inagotable hacia sus hijos. Es la protección y la paz, el color blanco, la espiritualidad. Ella toma la decisión de vivir siguiendo el camino de la gracia.
En el lado contrario tenemos al padre quien, al revés que la anterior, viste con ropa oscura y es terrenal. No es quien de controlar sus emociones y manejar sus sentimientos, transformando cada impulso emocional en violencia. Sólo parece ser la música –que amansa a las fieras– la única posibilidad de relajar y desconectar su mente.
Es una película sobre la vida pero también sobre la muerte. Se trata la pérdida y el vacío que ésta deja, el sufrimiento que conlleva tener que adaptarte a ella, tener que vivir soportando esa ausencia. Es el dolor desgarrador de perder a un hijo o a un hermano, a un compañero de viaje que no ha podido llegar al final con los demás.
En este punto es en el que el tema de la espiritualidad contra la naturaleza recobra fuerza, puesto que los propios protagonistas se preguntan dónde estaba Dios en ese momento, por qué no se ocupó de evitar esa desgracia y controlar las vidas de todos. Tenemos la naturaleza en todas partes, rodeando o invadiendo la totalidad del espacio. Incluso está en los momentos más ásperos e inertes, como la casa o el edificio donde trabaja el protagonista, de un blanco impoluto pero que deja ver fragmentos hechos en madera y que incluso acepta en su interior ramajes o plantas.
Los ambientes en los que se mueven los protagonistas –edificios creados por ellos mismos o lugares naturales– vuelven a los personajes minúsculos, diminutos. Casi como si fuesen insignificantes en un lugar tan grande y con tantos iguales. Igual que como cuando nacemos al mundo, se encuentran indefensos y susceptibles, perdidos.
La película es una construcción a base de los recuerdos del protagonista que reconstruye los momentos más importantes de su infancia, los que le han quedado grabados, y que le convierten en lo que es ahora. Son recuerdos influenciados por la subjetividad y el paso del tiempo, puesto que los felices siempre ocurren a la maravillosa luz del sol, mientras que los más desagradables ocurren al tiempo que llueve o está nublado. Se introducen subjetividades del subconsciente cuando recuerda y otorga valores por elementos externos que a primera vista parecen irrelevantes.
Por otro lado, tenemos las secuencias que narran la creación del universo y de la vida en la tierra, así como aquellas en las que se nos muestra el origen de nuestros instintos en el cuerpo (y el alma) de dos dinosaurios. La búsqueda de comida para nuestra supervivencia es básica, sin embargo el autor deja ver que hay un sentimiento también primordial y básico en nosotros que es la compasión, fruto del amor.
La naturaleza es real. Ella misma se autodestruye en el momento en que el meteorito cae. Nosotros sabemos intuir qué viene después, los habitantes de la tierra en ese momento no y sufrirán las consecuencias. Nada frena ni a la naturaleza, ni a la muerte. Ni si quiera la vida puede con ella. Ocurre.
El árbol es la unión de ambas ideas repetidas constantemente: espiritualidad o naturaleza. Tiene sus raíces hundidas bajo tierra, pero sus ramas se extienden hacia el cielo –en todos sus sentidos– simulando tocar el propio sol, desgarrado entre el ramaje. Un árbol duradero cuanto pueda, pero finito, como cualquier vida.
El personaje de la madre representa la feminidad y la belleza, es la gestalt. Es una madre en la que vemos encarnada a todas las madres, con un amor loco e inagotable hacia sus hijos. Es la protección y la paz, el color blanco, la espiritualidad. Ella toma la decisión de vivir siguiendo el camino de la gracia.
En el lado contrario tenemos al padre quien, al revés que la anterior, viste con ropa oscura y es terrenal. No es quien de controlar sus emociones y manejar sus sentimientos, transformando cada impulso emocional en violencia. Sólo parece ser la música –que amansa a las fieras– la única posibilidad de relajar y desconectar su mente.
Es una película sobre la vida pero también sobre la muerte. Se trata la pérdida y el vacío que ésta deja, el sufrimiento que conlleva tener que adaptarte a ella, tener que vivir soportando esa ausencia. Es el dolor desgarrador de perder a un hijo o a un hermano, a un compañero de viaje que no ha podido llegar al final con los demás.
En este punto es en el que el tema de la espiritualidad contra la naturaleza recobra fuerza, puesto que los propios protagonistas se preguntan dónde estaba Dios en ese momento, por qué no se ocupó de evitar esa desgracia y controlar las vidas de todos. Tenemos la naturaleza en todas partes, rodeando o invadiendo la totalidad del espacio. Incluso está en los momentos más ásperos e inertes, como la casa o el edificio donde trabaja el protagonista, de un blanco impoluto pero que deja ver fragmentos hechos en madera y que incluso acepta en su interior ramajes o plantas.
Los ambientes en los que se mueven los protagonistas –edificios creados por ellos mismos o lugares naturales– vuelven a los personajes minúsculos, diminutos. Casi como si fuesen insignificantes en un lugar tan grande y con tantos iguales. Igual que como cuando nacemos al mundo, se encuentran indefensos y susceptibles, perdidos.
La película es una construcción a base de los recuerdos del protagonista que reconstruye los momentos más importantes de su infancia, los que le han quedado grabados, y que le convierten en lo que es ahora. Son recuerdos influenciados por la subjetividad y el paso del tiempo, puesto que los felices siempre ocurren a la maravillosa luz del sol, mientras que los más desagradables ocurren al tiempo que llueve o está nublado. Se introducen subjetividades del subconsciente cuando recuerda y otorga valores por elementos externos que a primera vista parecen irrelevantes.
Por otro lado, tenemos las secuencias que narran la creación del universo y de la vida en la tierra, así como aquellas en las que se nos muestra el origen de nuestros instintos en el cuerpo (y el alma) de dos dinosaurios. La búsqueda de comida para nuestra supervivencia es básica, sin embargo el autor deja ver que hay un sentimiento también primordial y básico en nosotros que es la compasión, fruto del amor.
La naturaleza es real. Ella misma se autodestruye en el momento en que el meteorito cae. Nosotros sabemos intuir qué viene después, los habitantes de la tierra en ese momento no y sufrirán las consecuencias. Nada frena ni a la naturaleza, ni a la muerte. Ni si quiera la vida puede con ella. Ocurre.
El árbol es la unión de ambas ideas repetidas constantemente: espiritualidad o naturaleza. Tiene sus raíces hundidas bajo tierra, pero sus ramas se extienden hacia el cielo –en todos sus sentidos– simulando tocar el propio sol, desgarrado entre el ramaje. Un árbol duradero cuanto pueda, pero finito, como cualquier vida.