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Voto de Alfonso Marlowe:
9
8,3
12.191
Drama
Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
16 de octubre de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se hace larga y resulta un poco lenta pero merece muchísimo la pena.
Es una oda al trabajo humilde, desinteresado, tenaz y por los demás que da sentido pleno a VIVIR. ( Esto subterráneamente tiene mucha importancia en la cultura japonesa, aunque a Kurosawa le acusaban de ser un director occidentalizado).
Una obra maestra humanística y sutil, pero un poco idealista, aunque tiene mucho sentido dentro del férreo código ético japonés del respeto. La película exige paciencia por un espectador occidental porque los gestos de los personajes suelen ser bastante patéticos hasta lo grotesco lo que resulta un poco extraño a nuestra sensibilidad.
La película narra las peripecias de un funcionario el señor Kanji Watanabe ( que solo piensa en escaquearse del trabajo y ascender) que se queda viudo y que se entera de que tiene cáncer, cosa que mantendrá en secreto, y le queda poco de vida. Primero quiere disfrutar, dedicarse a los placeres y hasta echarse novia pero la bella compañera es demasiado joven, no le atrae un señor demasiado adulto y serio y no es correspondido.
Entonces quiere ser útil a los demás y llevar adelante el proyecto de un parque para niños de Kuroechó, reclamando el dinero del presupuesto, pero choca contra los intereses de otros departamentos y los compañeros del Ayuntamiento de Tokio que le dan la espalda, e incluso contra la Mafia nipona.
Es una oda al trabajo humilde, desinteresado, tenaz y por los demás que da sentido pleno a VIVIR. ( Esto subterráneamente tiene mucha importancia en la cultura japonesa, aunque a Kurosawa le acusaban de ser un director occidentalizado).
Una obra maestra humanística y sutil, pero un poco idealista, aunque tiene mucho sentido dentro del férreo código ético japonés del respeto. La película exige paciencia por un espectador occidental porque los gestos de los personajes suelen ser bastante patéticos hasta lo grotesco lo que resulta un poco extraño a nuestra sensibilidad.
La película narra las peripecias de un funcionario el señor Kanji Watanabe ( que solo piensa en escaquearse del trabajo y ascender) que se queda viudo y que se entera de que tiene cáncer, cosa que mantendrá en secreto, y le queda poco de vida. Primero quiere disfrutar, dedicarse a los placeres y hasta echarse novia pero la bella compañera es demasiado joven, no le atrae un señor demasiado adulto y serio y no es correspondido.
Entonces quiere ser útil a los demás y llevar adelante el proyecto de un parque para niños de Kuroechó, reclamando el dinero del presupuesto, pero choca contra los intereses de otros departamentos y los compañeros del Ayuntamiento de Tokio que le dan la espalda, e incluso contra la Mafia nipona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Después de pasar varias humillaciones, lo que resulta inverosímil para sus compañeros, y de que sus hijos que no saben nada lo desprecien por su actitud "aparentemente egoísta y misteriosa", se muere.
El mérito de su parque al final se lo lleva el jefe del departamento aunque tanto las madres del barrio como los periodistas van al velatorio porque saben que el mérito es del difunto y quieren que le pongan su nombre.
Entonces surge la segunda parte de la película, cuando se va el jefe del departamento, y los compañeros se quedan bebiendo sake (bebida alcohólica) y cada uno se pone a hablar de sus recuerdos personales y empiezan a encajar las piezas de la historia.
Se demuestra que el señor Watanabe se había humillado más de lo que parecía y que en realidad había hecho TODO el trabajo, en el que sus superiores no creían. Al final, los trabajadores vuelven al trabajo en el Ayuntamiento de Tokio y cuando surge un problema en vez de escurrir el bulto como siempre, toman la responsabilidad y se vuelven unos estrictos trabajadores.
Por supuesto, todos reconocen su mérito y les sirve de inspiración.
Es el clímax final de una obra que se puede entender como una sincera parábola moral.
Akira Kurosawa estaba en el apogeo en los años 50 y tras esta película siguieron otras obras maestras.
La sensación de la moraleja es extremadamente noble, pero no hay que malinterpretarla. La gente beneficiaria de tu trabajo te lo agradecerá algo y poco más. Y más cuando se supone que estás cumpliendo con tu deber profesional. Suelo volver a ver la película como igual que veo "¡Qué bello es vivir!" de Frank Capra, pero soy consciente que es falsamente idealista.
Si en España tú le haces el trabajo a otro olvídate de que alguien te lo reconozca, el ser humano es necesariamente egoísta, salvo con tus hijos y últimamente ni así, y todo el mundo reivindica justamente su mérito aunque sea acercarte un clavo para que tú lo claves, sin darle importancia al del vecino.
El mérito de su parque al final se lo lleva el jefe del departamento aunque tanto las madres del barrio como los periodistas van al velatorio porque saben que el mérito es del difunto y quieren que le pongan su nombre.
Entonces surge la segunda parte de la película, cuando se va el jefe del departamento, y los compañeros se quedan bebiendo sake (bebida alcohólica) y cada uno se pone a hablar de sus recuerdos personales y empiezan a encajar las piezas de la historia.
Se demuestra que el señor Watanabe se había humillado más de lo que parecía y que en realidad había hecho TODO el trabajo, en el que sus superiores no creían. Al final, los trabajadores vuelven al trabajo en el Ayuntamiento de Tokio y cuando surge un problema en vez de escurrir el bulto como siempre, toman la responsabilidad y se vuelven unos estrictos trabajadores.
Por supuesto, todos reconocen su mérito y les sirve de inspiración.
Es el clímax final de una obra que se puede entender como una sincera parábola moral.
Akira Kurosawa estaba en el apogeo en los años 50 y tras esta película siguieron otras obras maestras.
La sensación de la moraleja es extremadamente noble, pero no hay que malinterpretarla. La gente beneficiaria de tu trabajo te lo agradecerá algo y poco más. Y más cuando se supone que estás cumpliendo con tu deber profesional. Suelo volver a ver la película como igual que veo "¡Qué bello es vivir!" de Frank Capra, pero soy consciente que es falsamente idealista.
Si en España tú le haces el trabajo a otro olvídate de que alguien te lo reconozca, el ser humano es necesariamente egoísta, salvo con tus hijos y últimamente ni así, y todo el mundo reivindica justamente su mérito aunque sea acercarte un clavo para que tú lo claves, sin darle importancia al del vecino.