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España España · Oviedo
Voto de Gould:
8
Cine negro. Drama. Intriga. Acción Dos matones londinenses, que han sido rechazados por el crimen organizado, ejecutan por su cuenta una serie de robos que acaban provocando la muerte de un policía. (FILMAFFINITY)
29 de agosto de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dearden formó un tándem de cineastas con el productor y ocasional director Michael Relph –aquí en labores de productor ejecutivo-. En su primera etapa, algunos de sus filmes trataban de mostrar la labor de servicio público de diferentes instituciones y la responsabilidad cívica de los héroes anónimos y cotidianos, combinado con otras propuestas de mayor calado como la excelente "Frieda" (1947) Su cine evolucionó hacia propuestas más comprometidas y profundas. Esta película es justamente el punto de cambio, la bisagra hacía un cine que trataría con gran valentía cuestiones sociales del momento (homosexualidad, racismo o intolerancia religiosa) en películas como “Violent playground” (Barrio peligroso, 1958), “Saphire” (Crimen al atardecer, 1959) o “Victim” (1961) en un cine que sabía tomar partido sin ser partidista.

Producida por la mítica Ealing y el genial Michael Balcon, con guion de T.B.E. “Tibby” Clarke -ganador de un Oscar por la divertidísima “The lavender hill mob” (Oro en barras, 1951)- y diálogos de Alexander Mackendrick, director de esta última, la película se convirtió en uno de los mayores éxitos de la carrera cinematográfica de este grande pero algo desconocido director de cine británico.

El film es una disección, una descripción minuciosa del trabajo de los policías londinenses y, ante todo, una alabanza al servicio policial, encarnado en la figura del poli de barrio. Se centra, con tono documental y aire cotidiano, en un retrato razonable y cercano del trabajo de dos policías, uno veterano, a punto de jubilarse y otro recién salido del cascarón al que acoge en su casa y, por otro lado, las andanzas de un pequeño grupo de delincuentes de poca monta capitaneados por Dirk Bogarde.

La película muestra con inusitada naturalidad los pequeños y grandes casos que tienen que resolver, normalmente con comprensión y paciencia, en ocasiones con energía, pero al mismo tiempo es un drama social, en tanto retrato de la desencantada juventud de los años 50 y de los pequeños delincuentes de la inmediata postguerra algo pagados de sí mismos pero osados y chapuceros,

Inteligencia, fina sensibilidad, ritmo eficaz, sencilla maestría y verismo casan con rotundidad, buen gusto y unas gotas de suave humor en este certero retrato de la Inglaterra de postguerra, llena de ociosos niños por la calle, jugando entre ruinas y edificios a la espera de reconstrucción, patios desiertos y cartillas de racionamiento. De hecho, todas las escenas en exteriores son magníficas, de una inmediatez y una verosimilitud fantásticas, llenas de atmósfera e incluso genio –como la escena final del canódromo-.

Fantástica película y un magnífico clásico del cine británico.
Gould
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