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Voto de Archilupo:
7
Comedia Un hombre desea vender su empresa. El problema es que, cuando la fundó, se inventó un presidente ficticio, tras el cual poder ocultarse cuando tuviera que tomar medidas impopulares. Cuando los posibles compradores insisten en negociar cara a cara con el presidente, el propietario se ve obligado a contratar a un actor fracasado para que interprete ese papel. De repente, el actor se da cuenta de que no es más que un títere envuelto en una ... [+]
29 de diciembre de 2008
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Según Lars Von Trier, es “una comedia inofensiva”. En el planteamiento, sin embargo, está lejos de serlo. Otra cosa es el resultado.
El guión reparte para todos. Empieza por el desalmado empresario quien, para freír a injusticias a sus empleados y exprimirlos mejor, se escuda tras un ficticio jefe siempre ausente (el del título). Sigue por el extravagante actor, colgado de la obra ultraminoritaria del dramaturgo Gambini y pendiente ante todo de los problemas interpretativos, a quien contrata el empresario para encarnar al ficticio jefe a la hora de firmar un decisivo negocio. Y no olvida al propio director de la comedia, personaje que más que intervenir como autor parece limitarse a curiosear de vez en cuando a bordo de una grúa, desde la que husmea en el bloque de oficinas.

2) Como el empresario, que prefiere esconder la mano que tira las piedras y limitarse a mostrar el lado bueno, LVT delega el estilo en una máquina, el sistema “Automavision”, procesador aleatorio de la cámara y el sonido.
Así, lo impersonal y mecánico de las imágenes, que se suceden a saltos, como los encuadres que trocean a los personajes, es obra de la máquina. LVT se responsabiliza sólo de las ideas y deja a un robot la técnica del rodaje.

3) La comedia aborda en tono punzante, muy sarcástico, conflictos centrales de la sociedad actual: relaciones de poder, abusos empresariales, ajustes de plantilla, la interesada cobardía directiva, además de las relaciones del actor con su personaje, del autor con su obra, de la representación con la realidad, etc.
En ratos sueltos brilla el ingenio, aprovechando con desparpajo situaciones equívocas nacidas de la farsa: inesperadamente, el actor contratado se reúne también con los empleados y va encontrándose con que su personaje ya estaba perfilado en la sombra.
Pero LVT sólo toca los temas, no los desarrolla. Aplicar la misma sorna desenfadada a todas las situaciones (incluso el suicidio de un despedido, el drama de la viuda, los infames planes del empresario) hace pensar que la dirección del argumento está también automatizada y el tratamiento sarcástico se aplica sin discriminación. Valga como ejemplo el chocante final.

El experimento es divertido cuando se mantiene en lo ligero a base de pequeños absurdos, aunque pide más disparate. De igual modo, cuando el hilo parece entrar en terrenos enjundiosos, se lleva enseguida a ese absurdo ligero que acaba predominando. Sin embargo, es difícil tomar a broma las despiadadas maquinaciones del propietario, demasiado parecidas a las que se dan a cada poco en el mundo real.

Desde su puesto en la grúa, convertido en voz en off, el director lo relativiza todo con irónicos comentarios.

4) Como el empresario astutamente se escuda tras el falso jefe y se aprovecha de sus empleados, LVT delega en la “Automavision” y se apoya en el gran nivel de los actores, sin el cual este interesante divertimento no llegaría a ser una buena película.
Archilupo
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