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Voto de La mirada de Ulises:
6
Comedia Película biográfica con toques de comedia sobre el cineasta y artista Guillaume Gallienne. Se centra sobre todo en la estrecha relación que tenía con su madre. Un recorrido por las emociones, los recuerdos y la familia. (FILMAFFINITY)
6 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!", Guillaume Gallienne sube al escenario y se lleva a su madre para decir al espectador que hay que vivir sin miedo y confiando en uno mismo. Esa es la realidad -incluso autobiográfica- de este director que, en la primera secuencia, se prepara en el camerino antes de salir a representar su historia ante un patio de butacas abarrotado de público. El clima familiar le ha generado dudas sobre su identidad sexual, y su estancia en un internado francés o sus viajes a la Línea de la Concepción, a Londres o a Baviera no han hecho sino aumentar su confusión y empujarle a componer su propia personalidad... observando la respiración de las mujeres o compartiendo actividades con los hombres. Con humor y sin gravedad, Gallienne cede la palabra a su protagonista para ese viaje físico y emocional, y terminar desmontando tanta inseguridad y tanta tergiversación de la realidad.

Y eso porque la materia profunda de "Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!" no es exactamente la heterosexualidad o la homosexualidad, sino más bien la necesidad de encontrar seguridades en la búsqueda de la felicidad. Lo es para una madre posesiva y también para un hijo que la admira tanto como para imitarla, o para un padre y unos bailaores que siguen el orden de las apariencias sin cuestionarse los verdaderos motivos de esa aversión al deporte o de esa sevillana bailada al estilo femenino. La imagen adorada de su madre es tan decisiva que el imaginario de Guillaume la trae en el tiempo y en la distancia, para seguir conduciendo sus pasos y marcándole el sendero. El director también nos la trae con recuerdos del pasado y con apariciones surrealistas que rompen el tono teatral de la puesta en escena, sabiendo moverse con soltura entre bastidores y conectando con el público asistente al teatro y al cine.

Pero lo que se impone en la cinta es el carácter de comedia desenfadada y fresca, y gran parte de la responsabilidad se debe al Guillaume Gallienne actor que, con su cara de circunstancias, provoca pena, compasión y simpatía en un espectador que ve lo injustamente que la vida ha tratado a este joven inocente y de carácter afable. Todo en él es dulzura e ingenuidad, y su rostro expresa la sorpresa del niño y el desconcierto del adolescente... o la frialdad y distancia de la madre, a quien también da vida. Se suceden los gags y las situaciones embarazosas, y también los equívocos y malentendidos, o las puyas lanzadas con ironía y con medida... pues en ningún caso se trata de perder público por un mensaje agresivo. En ese sentido comercial, hay guiños a España, Gran Bretaña y Alemania... desde el tópico, y también un desenlace tan emotivo como serio y cargado de sentido.

Quizá por eso la cinta haya sido un éxito de taquilla en el país vecino -aparte de los cinco premios César recibidos-, muy dado a complacer a todos, a decir que todo vale si uno lo asume desde la libertad... Porque, aunque decíamos que el tema principal no es la homosexualidad, ciertamente el director rompe una lanza a favor de la elección personal de la propia identidad sexual, aunque expuesto casi siempre de manera amable y ligera, con gracia y buen humor -basta ver las representaciones de Sissi-, con una humanidad simpática... que Guillaume y su madre aportan cuando suben a escena, en un ejercicio de narcisismo que lleva al protagonista a hablar continuamente y de sí mismo, a probar todos los platos y decidir cuál es el más sabroso, a destapar los verdaderos móviles de unos y otros al componer un cuadro familiar a su gusto y medida.
La mirada de Ulises
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