Un joven vaquero (Wayne) es el encargado de organizar el viaje de un numeroso grupo de colonos que pretenden atravesar el estado de Oregón. Durante el largo trayecto, los viajeros tendrán que hacer frente a multitud de adversidades, como estampidas de búfalos, ríos que se desbordan o el ataque de los indios.

Cuarto largometraje sonoro de Raoul Walsh, un clásico del género western que para más inri cuenta la leyenda de los colonos que llegaron tras largas penalidades para fundar los EE. UU. Una América de Biblia y fusil que conquistó las tierras salvajes del oeste echando de sus tierras a los indios nativos.

El protagonista es un joven cazador educado por los indios, un hombre que ha aprendido a sobrevivir y a manejar el cuchillo. Poco dado a la violencia, conoce la lengua india y no duda en disparar contra los indios hostiles.

Excelente dirección de Walsh con un libreto bien hilado de Hal G. Evarts y un reparto muy sugerente, sobre todo porque fue la primera película de un jovencísimo John Wayne, secundado por la bonita Margueritte Churchill y otros estupendos actores como El Brendel o Tully Marshall.

Fue una superproducción con millones a espuertas para la época, 180 caravanas y 1.800 caballos junto con animales y reses y miles de extras y Wayne en su primer papel protagonista importante (el éxito rotundo le vendría con “La diligencia”, 1939, de John Ford: https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/288500.html.

Se rinde homenaje a los primeros habitantes que fundaron América, tiene tintes de documental, pero incorpora también intriga dramática y romántica (Wayne se enamora de la más guapa y además persigue a los asesinos de su mejor amigo).

Pero Walsh construye el filme también con buen sentido del humor y la aportación animada de varios personajes secundarios muy efectivos.

Lo más llamativo es que siendo un filme con 93 años de vida, sigue siendo espectacular. Imágenes rodadas por Walsh “a pulso y con sogas” y escenas sensacionales de combates con indios con las caravanas en círculo, amén de unos exteriores maravillosos en el camino que va de desde el Missouri a Oregón, todo ello retratado por unos directores de fotografía como Lucien N. Andriot y Arthur Edeson (B&N), que manejaban una cámara que, por su tamaño y peso, apenas se podía mover.

Una obra de arte que conviene visionar de nuevo.