Hace falta tenerlos cuadrados para pedirle a Michael Fassbender, actor de moda (tanto por sus habilidades interpretativas como por su imponente estampa), que salga en tu peli y se la pase entera disfrazado de cabezudo. Y el tío acepta tan feliz.

Frank es un hombre de liderazgo innato y destreza musical que quiere ser famoso, pero también invisible, y esto le crea un conflicto, claro. Él es la espina dorsal de una banda de imbéciles acomplejados que hacen una música muy rara y se van de gira por ahí. Por lo visto es que son hipster, qué sé yo. A mí me parecen lelos, pero me entretienen, eso sí. La verdad es que la peli es curiosísima y bastante divertida. Por momentos hasta graciosa. Y Fassbender es maravilloso, con careta o sin ella. Lástima que el cabezón no se lo hayan encasquetado a la Gyllenhaal, que es una tía que da mucha grimilla, a mí, por lo menos.

Todo está rodado de forma bonita y luminosa, aunque el relato rezume cierta melancolía y, hacia el final, hasta se vuelva mohíno.

Una peli bastante original, sin ser ni aburrida ni lenta ni indescifrable, lo cual tiene mérito.