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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Willikies
Voto de Phroso:
2
Ciencia ficción. Terror. Fantástico. Acción El descubrimiento de una antigua pirámide enterrada en la Antártida lleva a un grupo de científicos y aventureros al continente helado. Allí harán un terrorífico descubrimiento: dos violentas e implacables razas alienígenas libran entre sí la última batalla. Poco importa quién gane... nosotros perderemos. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No entraré a valorar la calidad técnica y artística de la película porque para qué (pirámides panculturales súper antiguas enterradas bajo el hielo de la Antártida, con bajorrelieves de predators en plan dios egipcio... Un mal viaje con Cuarto Milenio puesto de fondo), pero sí quisiera compartir una reflexión que iba rumiando mientras veía esta y AVP2. Y así ha sido porque este vídeo conspiranoico de youtube te fuerza a desconectar del argumento como dos imanes enfrentados por el mismo polo. Intentas seguir el hilo, pero "me tengo que acordar de comprar pilas para el despertador". Lo vuelves a intentar, pero "este lunar no tiene buena pinta". Y así la hora y cuarenta minutos que dura.

Pues la reflexión de la que hablaba es la siguiente: Estos seres, los predators, son una raza alienígena súper evolucionada técnicamente, aunque las pintas y la decoración de interiores de la nave interestelar son como de un cani en la corte del rey Conan. Avanzadísima técnicamente, decía, pero cuando los enfoca la cámara hacen dos únicas cosas:

1. Estar a la bartola.
2. Salir de caza.

Y digo yo que eso es mismito lo que hacen los ilustres miembros de la Borbon family, al menos la mayoría de los más ilustres, dejémoslo ahí. "Pepe, calienta que entras" y ahí que el predator, repanchingao en su trono (!) -en el que yacía pensativo o beodo-, con su camiseta de redecilla y sus trencitas dominicanas, se levanta, se va a su armería, se pilla su careta (¿alguien más piensa que esa visión térmica es una tomadura de pelo? Ni pillar el autobús, con esas gafas), sus bártulos de matar y ale, al ocio. Con esa vida tan licenciosa que me llevan, ¿de dónde surgió la avanzadísima tecnología necesaria para que les lleguen unas imágenes grabadas en un planeta a chorrecientosmil años luz, se suban en su nave tuning segmento C y lleguen a dicho planeta antes de que se derrita un Calipo? Pues la única solución que se me ocurre es que los predator que conocemos aquí in the Earth son algo como los borbones, una clase social privilegiada dentro del privilegio y que todos los gadgets, la tecnología, la ropa de guerrero striper y ese modo de vida predator que nos llega viene sustentado por la mayoría de habitantes del planeta Predator que, seguramente, vistan chándal, anden preocupados por la hipoteca, echen jornadas maratonianas en el curro y derrochen su tiempo libre entre el cotilleo y algún deporte de masas basado en una esfera.

Esta reflexión surge en estas entregas y no en la Predator de John McTiernan (peliculón muy a reivindicar) o Predator 2 (disfrutable aunque a otro nivel) aparte de porque ambas divierten, porque en ambas se evita el gran error de sobreexplicar al predator. Análogo a lo que sucedió con Alien y los adefesios new age con Red Bull perpetrados por el infame Lindelof (Prometheus) y el chocho (muy a mi pesar) Scott, no será casualidad que se decidiese hacer un mix con las dos sagas. Dos buenas sagas diluídas en exceso. Sugerir mejor que explicar. Cuando se ponen intensitos y se lían a expandir el universo del bicho, su arbol genealógico o las aficiones de su tía la del pueblo, lo único que consiguen es disolver el hechizo que sí se logró con poco dinero (ahí está el caso de Alien), muchísima imaginación y una buena artesanía.

Recomendada solamente si dedicaste tus últimas vacaciones a excavar gratis en las pirámides de Bosnia.
Phroso
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