Resulta increíble que un hombre como el director inglés, creador de míticas obras como Marathon Man o Cowboy de Medianoche, pudiera perpetrar como su última obra algo que no pasa de ser un telefilme de lujo, rodado con medios y nombres famosos, pero con un argumento paupérrimo, con una curiosísima progresión desde la comedia más o menos amable al melodramón más patético inimaginable.
La historia, como ya dije, de telefilme cutre de sobremesa: Madonna, haciendo de chica guay, liberal, profesora de yoga, o sea, de Madonna, se enrolla accidentalmente con su amigo gay, jardinero, igualmente guay y liberal, Rupert Everett, haciendo de Rupert Everett. Tienen un hijo al que educan como una familia guay y liberal, hasta que se empiezan a tirar los trastos a la cabeza porque la moza se encapricha de otro tipo. A partir de aquí es todo tan malo que no merece la pena ni hablar de ello.

Muy muy floja, para ser el canto del cisne de un, en otros tiempos, gran director.