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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Voto de Lucien:
9
Thriller. Intriga La memoria de Leonard, un investigador de una agencia de seguros, está irreversiblemente dañada debido a un golpe sufrido en la cabeza cuando intentaba evitar el asesinato de su mujer: éste es el último hecho que recuerda del pasado. La memoria reciente la ha perdido: los hechos cotidianos desaparecen de su mente en unos minutos. Así pues, para investigar e intentar vengar el asesinato de su esposa tiene que recurrir a la ayuda de una ... [+]
13 de septiembre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dada la cantidad y claridad de comentarios que realizan otros compañeros, dedico esta breve reseña a subrayar un par de ideas, más allá de la manida tendencia a separar (e incluso contraponer) argumento y estructura, significante y significado, y a salvar una parte de la película para castigar a la otra.
La forma en arte es fondo; el mensaje no es prescindible de su organización. Ya está bien de perpetuar en las críticas esa pueril división entre lo que se significa y lo que se es. El cine no es solo mero argumento, como tampoco la poesía es la recreación florida de un tema. Con ello, quiero decir que si Memento es una obra notable, no es simplemente por una floritura de estilo en el vacío; es porque la forma elegida dice algo importante. Y más allá de que hayan defectos de guión (un doble final abierto hubiera sido preferible, la contradictoria revelación de Sammy Jenkis) lo interesante es la trascendencia que de la forma elegida nace.
Nolan nos habla de un protagonista que fija para sí un sentido existencial: la venganza. Lo fija, como Don Alonso Quijano hizo siglos antes al hacerse caballero andante. Elige para sí esa misión. Pero su misma férrea elección, le deja vulnerable al escarnio y la mentira. Y así Lennard elige un objeto a pesar de que su memoria no es más que un instante entre dos olvidos. Memoria: he ahí el tema esencial de la propuesta de Nolan, pero la memoria no solo como una construcción de la mente, sino como el cimiento sobre el que se construye la identidad. No es solo que Lennard no sepa dónde está. Realmente no sabe quién es y nada mejor que desandar los pasos para terminar descubriendo que realmente no se sabe. Como realmente, ninguno de nosotros no sabemos quien somos, más allá de la interpelación althusseriana que nos lleva a ser, de la voz que padres, profesores, parejas nos hacen de espejo. La manipulación de Lennard no es muy distinta a la nuestra. Su desorientación no es distinta a la nuestra. Acostumbrados a una lógica causal, damos todo por hecho. Creemos saber qué queremos, qué somos. Pero la verdad es que, como en "Thomas el Oscuro" de Blanchot, al final la culpa, el origen de todo vuelve sobre nosotros y toda la búsqueda ha sido una reconstrucción. ¿Era preciso por tanto la forma que Nolan elige? Por supuesto, porque con esta estructura cancrizante el director está desmontando no solo las bases de cualquier thriller, sino también una de las bases de la cultura occidental, la ley de causalidad (cuyas fallas ya anunciaba Hume y cerró Kant), y con ello ofrece un mensaje existencial: la de que los medios, los signos, no dicen, solo apuntan con el dedo a lo inmediato en mitad de la niebla. Y ni el lenguaje (en la boca o tatuado en la piel) sirve, porque sin la memoria el signo apunta a cualquier objetivo. También el ser humano, como el protagonista, tiene memoria a corto plazo. También su existencia deambula. Ni siquiera la Historia le ha enseñado a ver su fracaso repetido.
Lucien
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