Siempre que pienso en Joseph Cotten, siempre que lo veo, me viene a la memoria, sin quererlo, la música de El tercer hombre. Joseph Cotten, de pelo oxigenado, con esos trajes de corte tan académico y cerrados hasta arriba.
LA SOMBRA DE UNA DUDA, una película de Hitchcock sin la imprescindible banda sonora de Bernard Herrmann, comparte con alguna de las otras cintas de su orondo director las escenas rodadas desde un ático, una fémina cursi con gafas y a un protagonista que vive atolondrado bajo el muy poco soportable peso de la sospecha.
Es peor, sin ninguna duda, LA SOMBRA DE UNA DUDA que Rebeca. Y no tan buena como buena parte de las películas que de Hitchcock llegaron después. Sin embargo, no deja de ser una de esas primeras obras grandes del mago del suspense y, como tal, fiel exponente de un Cine atemporal que, como las sospechas y los áticos, y el puente de Alcántara, durará mientras dure el mundo.