Tras la magnífica "Match point", el inimitable Woody Allen vuelve a lo que mejor se le da: una comedia de situación con hilarantes y densos diálogos, situaciones absurdas e imposibles y un genuino e inteligente sentido del humor que consigue despertar amplias carcajadas entre el respetable. Allen repite con Londres, lo que le da juego para una serie de divertidos chistes británicos. También repite con la espectacular Scarlett Johansson, que en esta ocasión se mete en la piel del típico personaje femenino de las películas del director neoyorquino, con ciertas inseguridades, mucha curiosidad y un tanto ingénua, rol que la actriz desempeña de una manera impecable. La trama es, a la vez, entretenida y absurda, pues trata sobre un afamado reportero (Ian McShane de "Deadwood") que vuelve de entre los muertos para ofrecer a una estudiante de periodismo (Johansson) la exclusiva de su vida, sobre la identidad de un asesino en serie al que la policía busca sin descanso. El sospechoso es Hugh Jackman (Lobezno), un rico y famoso galán de Londres, del cual, cómo no, la chica se enamora perdidamente. El propio Allen interviene como un prestidigitador de segunda, en una desternillante interpretación en la que se hace pasar por el padre de la protagonista para intentar desenmascarar a quien ellos creen villano de la función. Una vez más Allen parodia el amor, la muerte y las convenciones sociales en una película que si bien nunca estará entre sus grandes obras, sí que será recordada como una estupenda comedia que logra su cometido: generar contínuas risas en el espectador.