El cine es una herramienta para provocarnos sensaciones. Cuanto más intensas y diversas, mejor es la película. Cuanto más primarias, más perdurará en el tiempo la huella de lo que hayamos visto. Y en ese terreno, "Roma" es una película grandiosa. Un regalo inesperado que guardar en la memoria como un tesoro.

Fotografía, dirección artística, guión, interpretaciones, el marco temporal y físico elegido... en casi todas las facetas que analicemos hay una sabia elección de cara a cumplir el objetivo fundamental de una película como ésta: hacernos sentir.

Vitoria es una de tantas ciudades donde ver "Roma" en pantalla grande suena a utopía. Y en la vecina Donostia volaron las entradas con motivo de su proyección en el festival. Solo quedaba la opción de verla dignamente en la smartTV. Y ante esta única alternativa podemos optar por la rabieta antiNetflix o recordar (muchos de nosotros) que nuestra cinefilia empezó por la tele, que muchas de las pelis que llevamos grabadas a fuego nos llegaron por rayos catódicos. Importa el medio, sí, pero importa tanto o más nuestra receptividad.