Al igual que en todos los videoclips de artistas latinoamericanos de moda, aquí asistimos a una escenificación más de la opulencia material. Si en otros vídeos de canciones de semejante estilo el despliegue de lujos me transmitieron sensaciones como frivolidad y el estilismo era frío y poseía detalles extravagantes, a este no le he encontrado mucho sentido. Eso sí, me gusta como canta Karol G, esa mezcla de Auto-Tune y del propio tono de su voz, que termina de entonar las rimas con un acento cerrado, me dice más que la inmensa mayoría de sus populares compañeras de gremio.

La letra, como no, habla del desamor y de como una persona dolida por los celos o tras un rechazo rehace su vida y se divierte (experiencia que se asimila con dinero, sexo, lujo, poder y las drogas blandas; las duras obviamente ni se mencionan, pues no casan con la estrategia comercial), anulando de este modo la influencia que tiene en su vida la persona que le hizo daño (pero, como no, haciéndolo notar de alguna forma, tanto a ella como a los espectadores). Esta industria ha demostrado entender como nadie los problemas de su público potencial, pero me temo que la perspectiva que plantea para afrontarlos no es la óptima, puesto que proviene de la reacción más instintiva, basada en el resentimiento (si tu a mi no me quieres, pues yo tampoco). Ahora bien si nos dejamos de análisis psicológicos y valoramos otros aspectos como el ritmo, asumimos que tu pones eso en una discoteca a las cinco de la mañana y todo el mundo se viene arriba, las cosas como son.