Comienza la película. Cuelgan a un tío con ganchos por la espalda y le arrojan agua hirviendo por encima. Luego cuando le dicen que se ha equivocado y ha torturado a una personalidad importante coge su espada en lo que los recriminadores le dicen que no les va a servir de nada que se corte un dedo o dos. Pero este ni corto ni perezoso no se altera demasiado: 'me voy a cortar la fuente que me da mas placer', alega con parsimonia del que comenta que el tiempo es nublado. Yo, al igual que todo el mundo de la escena pensé que se iba a cortar la polla, pero no, la cámara se recreó a fondo en ilustrar cómo se cortaba media lengua. Después sale un chulo que estaba dando una brutal paliza a una puta, entonces repara en que hay un tarado que mira desde la terraza. Le hace entrar y le parece que se trata de un chaval tímido y acomplejado. Dentro de unos segundos este levanta la pierna y con una cuchilla de su zapato parte en dos al chulo y después degolla a la puta.

Bien, seguro que hay alguien que está pensando que no debo ser para nada un tío enrollado si no soy capaz de disfrutar con este tipo de cosas. ¡Con lo que molan...! ¿verdad? Pero no van por ahí los tiros. Después de una primera parte que por poco me hace vomitar, la película se vuelve insufrible por aburrida. Lo que se muestra es un insípido enfrentamiento entre dos mafias rivales de ritmo mortecino, calentada por un enfermo mental capaz de descuartizar todo lo que ve, que por mucha extravagancia estética referente a la carnicería y la excéntrica estética (atuendo femenino, pelo rubio y la cara rajada) no es capaz de surtir interés.