Dice la crítica Elsa Fernández de El País que «Viuda Negra» es «una vibrante película de acción y drama familiar». Vamos a dejar de lado el apelativo «vibrante» y quedémonos con el resto. Esta señora tiene toda la razón: drama familiar. El puñetero, inaguantable, cansino y horrendo drama familiar de las narices.

Tengo una superheroína ex espía rusa, Vengadora, amiga de Capitán América y Ojo de Halcón con la que crear mil historias… pero decido hacer un drama familiar tristón con una pseudo hermana insoportable y ridícula; un superhéroe gordo y acabado y una científica-luchadora de cincuenta años para contarnos que Natasha no está sola en el mundo… ¡Ays!, qué sensibles, por favor, qué ternura. Si es que en el fondo todas quieren amor. Bueno, amor y acabar con el patriarcado del hombre blanco heterosexual, uno cualquiera del que solo sabemos que es muy malo, que decide crear un cuerpo de mujeres asesinas para controlar el mundo. Un plan perfecto. Lo que más me llama la atención de este proyecto es que estas chicas, las Viudas Negras, están custodiadas y vigiladas por guardias hombres con metralletas… Me parece que algo falla.

Lo dije con «Fénix Oscura» y lo vuelvo a decir: no se sabe entretener. ¿De verdad esta historia te apasiona, engancha, te atrapa por su emocionante guion? Una película de superhéroes en la que el conflicto de la heroína es que «no tengo familia» o «mi madre me abandonó», todo absolutamente genérico y desganado, un corta y pega. Vamos, basura. Cuéntame algo con más fuerza, una auténtica aventura, una aventura que se quiera vivir, y déjame el drama oscuro, familiar y social-inclusivo para otro momento, por favor.

Que en dos horas la acción es mínima, y además cutre: entre que la acción con mujeres no funciona, lo siento, y los efectos especiales son, literalmente, de risa (el momento explosión y salgo por los aires…), estaba una para ponerse a aplaudir. Luego te encuentras con unos personajes de un cinismo bárbaro que hasta cinco minutos antes son malos y que de repente son los padres del año; el principio es desubicado, sin contexto, no sabía ni qué pasaba ni por qué; y el humor sencillamente es para pegarle al guionista.

Un rollo bien grande.