Qué digo bien, está guapísimo. Dicen por ahí que se ha puesto bótox y, sinceramente, si es así no lo parece porque tiene todas las arrugas en su sitio, donde deben estar, ni más ni menos. Belleza natural, por favor, señores y señoras mías, dejaos de falsas fantasías juveniles. Tom, sigues siendo el mejor.

Cuarta entrega de «Misión Imposible», cada vez más imposible, y eso que se aproxima una quinta. Veremos, veremos, porque esta saga parece tomar las mismas pendientes por las que saltan y se tiran nuestros protagonistas: no sabes si te vas a estrellar. Salvó los muebles en la tercera parte, ayudada, todo hay que decirlo, por el trío Hoffman-Meyers-Cruise, y por desgracia aquí no cuenta con un elenco tan poderoso. A quien más destacaría es a Jeremy Renner, un hombre con testosterona y cuerpo suficiente como para hacer creíble cualquier hazaña enfundando en un traje. Ellas son atractivas, pero, en fin, al contrario que sus compañeros de casting, que una señorita de sesenta kilos tumbe a un varón de noventa es muy sospechoso. En fin, no hay quien se abstenga de meter a la típica chica peleona en toda película de acción, qué le vamos a hacer.

No voy a explicar nada de la historia porque, la verdad, es un lío de narices; no quiero decir que sea incoherente o patosa, pero es que pasan muchas cosas, viajan mucho, hablan mucho, utilizan muchos aparatitos de última generación y haya muchas explosiones, todo batido de un modo que, por algún motivo, no resulta muy alentador. «Misión imposible» tiene su toque fantasioso en según qué aspectos, pero en «Protocolo Fantasma» rizan el rizo de una manera que directamente te da la risa. Han querido meter demasiado cuando no eran necesario.

De todos modos, siempre es una propuesta simpática para pasar la noche.