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España España · Málaga
Voto de Kaori:
5
Comedia. Romance Octavio Saldaña, un hombre joven y soñador, está empleado en las oficinas de la empresa Manufacturas Sánchez-Rey. Como premio a su trabajo, el señor Rey le invita a pasar unos días en un balneario. Allí, conoce a Lelly, hija de un fabricante de paños, y decide hacerse pasar ante ella por un millonario. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal y como ocurría en «La vida en un hilo» o incluso en «Nada», ambas de Edgar Neville, en «Huella de luz» hay algo que me llama poderosamente la atención: la visión de la España de los años cuarenta.

Si hacemos ahora mismo un ejercicio de asociación de ideas y te digo «posguerra española», seguro que te vienen a la mente palabras como ruina, pobreza o destrucción. Es lo que siempre hemos visto en todas partes. Lo que siempre nos han contado. Sin embargo, hay otra España que el Cine, por ser un documento impagable de una época, mostró. En el año 1943 existía una España de cócteles, locales de fiesta, moda de vanguardia, hoteles caros, balnearios para ricos, Rolls-Royce, mujeres perfumadas y universitarias y caballeros de traje y gomina. Había una España que iba en perfecta sintonía con la forma de vida y de ser del extranjero, y esto es algo que debería hacernos reflexionar.

Sea como sea, «Huella de luz» nos cuenta la clásica historia de chico pobre-chica rica la par de apañados y bondadosos que, entre mentiras inocentes y pocos enredos, tendrán de celestino a un empresario que es todo romanticismo y que hará que el sueño amoroso que él no pudo vivir lo vivan sus jóvenes amigos. Esta historia personal del señor Sánchez-Bey es muy emotiva, la verdad, así como la relación entre el protagonista Octavio y su madre. Lo cierto es que todo lo que envuelve al romance es mejor que el romance en sí. Además de lo dicho, qué magnífica crítica hacen al sistema democrático; que no es por meter baza, pero admitamos que el desprecio a los políticos, la denuncia de la corrupción y el desmantelamiento de la hipocresía de las clase gobernante es de una vigencia que asusta. Antonio Casal vuelve a estar estupendo y Ramón Martori enseña su rostro antes de convertirse en uno de los mejores actores de doblaje que hemos tenido.

Entretenida.
Kaori
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