Richard Brooks nos trae aquí un drama racial basado en la novela de Robert C. Ruark protagonizada por dos hombres titanes, que son Rock Hudson y Sidney Poitier, enfrentados y, si pensamos mal, hasta enamorados.

El caso es que «Sangre sobre la tierra» se desarrolla en un contexto histórico real muy dramático. Toda la descolonización de África fue terrible y sangrante, y aquí podemos ver un ejemplo, el de los Mau Mau de Kenia. Lo cierto es que la historia no tiene reparos en mostrarnos unos luchadores por la libertad que asesinan a quien se pone por delante, sin piedad. En estas situaciones es inevitable la violencia y lo que debemos pensar es si esa violencia, de un lado o de otro, está justificada o es legítima. La película parece que finalmente se posiciona con los revolucionarios, en realidad incapaz de hacer un análisis coherente e inteligente de la situación.

Los protagonistas Peter, blanco, y Kimani, negro, tomarán caminos diferentes, opuestos, pero esto no está bien planteado. El personaje de Kimani está pésimamente construido: no sabemos si es revolucionario, si no lo es, si mata, si no mata, si está de acuerdo con los Mau Mau o si no; quieren hacerlo tan positivo, que lo que consiguen es que sea incongruente. Algo parecido pasa con Peter, que no termina de inmiscuirse en una causa. A su manera, los dos protagonistas son meros espectadores, la historia no se atreve a que sean leales a una causa, con todas las consecuencias.

El tono es, pese al blanco y negro y el drama, algo infantil, con exceso de melodrama, y en general no es muy apasionante pese al tema. Una pena.