La seguridad que da el cine británico, en serio.

Estamos en la década de los setenta pero la historia se retrotrae a los cincuenta para contarnos los hechos acaecidos en un lugar tan tranquilo como cualquier otro, el número 10 de Rillington Place. El inicio nos anuncia que la película está basada en hechos reales, pero lo escalofriante es darse cuenta a posteriori de que los hechos que hemos visto son muy, muy reales, y es cuando te dices con aún más convicción el horror de hombre que es el señor Christie.

Richard Attenborough hace un gran papel y pensaba mientras lo veía si hoy en día los actores se atreven con papeles tan extremos, tan sacados de la visión idílica que suelen dar. Es como si un actor que siempre hace de bueno no pudiera hacer de malo, aunque no sé si esta reflexión es realmente cierta o solo es una impresión.

El caso es que el señor Christie es un auténtico monstruo presumiblemente con trastornos sexuales graves y una fina inteligencia contra la que nada puede hacer el pobre del señor Evans en el cuerpo de John Hurt. ¿Este actor es que siempre hace de desgraciado o solo es otra impresión mía? De cualquier forma, está maravilloso, y aquí quiero reivindicar el trabajo de doblaje del gran Luis Varela, que tiene una voz espectacular. Eso sí, en versión original debe de ser insuperable.

El estilo seco, casi sucio, admito que me encanta. Una puesta en escena de espacios mínimos, todo muy encerrado y metido para dentro, como la tortuosidad de la mente criminal que se despliega en pantalla. Empieza bien, la parte central a mí me aburrió un poco, creo que cuentan demasiado la vida del matrimonio Evans y sus problemas; pero a partir del hecho importante te engancha por completo y todo es frustración y agonía, justo lo que requiere un thriller de estas características.

Oscura, seria y disfrutable.