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Voto de Jark Prongo:
9
5,0
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Ciencia ficción
Ion de Sosa gira la cámara desde sí mismo hacia el mundo. Pero qué mundo: el de una ciudad que bien podría ser Marte, otra dimensión, la tierra tras el apocalipsis o incluso Benidorm. Un robótico hombre armado, una joven pareja y su bebé, un hombre gay, una oveja y variopintos personajes locales se barajan en un film que es a la vez cine negro, esperpento español, comedia surreal, diario y distopía desencajada. (FILMAFFINITY)
5 de junio de 2016
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Tierra, año 2052. Una tipografia amarilla (no poco reminiscente de la usada en La Décima Víctima, detalle no baladí en esto de las cazas humanas) ubica el contexto espaciotemporal de la ficción. Una extensa sucesión de planos fijos de rascacielos y espacios muertos hace dudar si dirige la película Jorgen Leth, pero no. De repente un señor gordo huye de algo en el interior de un edificio. Es en vano, pues otro señor trajeado le abate. Gente de anciana edad en casas, exhibiendo con orgullo ese salón de los de tapete encima de la televisión. Ahora parece cosa del Ulrich Seidl de Animal Love yéndose a lo kitsch. Más asesinatos. Se tiene la sensación de estar viendo un remake del Elephant de Alan Clarke en el que la única diferencia es que no se usan los tracking shots y el ejecutor siempre es el mismo, el hombre del traje. Conocemos a una familia. Tienen un bebé. Les vemos cenando juntos, contándose anécdotas, fumando. Primer asidero empático. Vemos la noche en la ciudad. El ejecutor baila con una chica. Se besan. Uno de los chicos que estaban cenando habla sobre sus anhelos en la tierra ahora que se ha establecido aquí. La madre del bebé trabaja en un hotel. Una toma cenital que podría definirse como el sueño de un arquitecto fanático del brutalismo -en la media que por el cuasi nadir es Dios observando sus creaciones de cemento- permite apreciar dos figuras en la azotea de un edificio. Es el ejecutor de pie frente a una oveja muerta. El veterinario le dice que es una putada pero que ha de tomar una decisión. Eutanasia. El chico que se mudó a la tierra visita a una médium. Ella le informa sobre un peligro que se aproxima. Igual un nuevo disco de Andy y Lucas. Ancianos bailan en discotecas. El ejecutor y el chico coinciden en el bar donde este último ejerce de bailarín, eufemismo de chapero hoy, en el 2052 y muy probablemente en el 2642 también. Lo que el segundo cree que es flirteo clientelar no es otra cosa que el primero dándole muerte. Imágenes de gente desconocida al son de El Huerfanito. Se ve a la madre del bebé en misa. El ejecutor pregunta sobre precios y garantías en una granja de venta de animales. Le responden en millones de pesetas. La oveja es lo más caro, hay muy pocas ya en el mundo. El ejecutor va en su coche cantando En La provincia de Jaca. Se le ve contento. El padre del bebé se va a currar. Trabaja en el lavadero de coches de una estación de servicio. Se está formando una masa nubosa sobre el cielo de la ciudad. El ejecutor lava el coche. A la vuelta a casa el ejecutor abate al padre del bebé, viéndolo su señora desde el balcón. Imágenes de gente desconocida al son de Ángeles Que Estáis De Guardia. La madre huye con su bebé en brazos aprovechando que el ejecutor sube en el ascensor. Hay una larga persecución a pie subiendo la carretera que lleva a un monte. Madre y bebé abandonan la carretera y trepan un montículo. Las nubes ya invaden el cielo, y son grises. El ejecutor abate a la mujer al lado de una cruz. Las nubes eran ya casi negras. Imágenes de gente desconocida al son de Nana Huertana. Ahora es de noche. El ejecutor acuna al bebé en su regazo. Desaparece del plano. Se ve la ciudad de noche desde el montículo. Una vista increíble. Se escucha un disparo. Ahora es de día. El ejecutor se encuentra con la chica que besaba la otra noche. El ejecutor tiene una oveja de nuevo. Créditos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sueñan Los Androides se puede ver de tres maneras: sin saber nada de la novela de Philip K. Dick ni del film Blade Runner, desconociendo lo primero pero habiendo visto lo segundo y, por último, conociendo ¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas? sin saber de la adaptación al cine que hiciese Ridley Scott. Funciona de las tres formas, ya que no se limita a fundir detalles que aparecen en la novela y en Blade Runner no y viceversa. Dice Ion De Sosa que su intención era reducir la ciencia ficción al chasis, a lo elemental, y en ese sentido Sueñan los Androides es autosuficiente, casi independiente de la obra original y de la adaptación de Ridley Scott. Quien se aproxime a ella conociendo algunas de las anteriores podrá apreciar en qué medida De Sosa ha logrado fundir aspectos de una y otra con una forma inédita en la ciencia ficción (salvo por los cortos de Chema García Ibarra, aquí coguionista) al margen de tres o cuatro rarezas contadas; un ramalazo castizo que en realidad nada tiene de capricho formal (todo lo más atenderá a razones logísticas de rodaje) y que no hace si no otra cosa que lo mismo que novelistas coetáneos a Philip K Dick -pero de distintos ámbitos culturales- a la hora de concebir sus novelas pulp proto-postestructuralistas aproximar a cierto costumbrismo los relatos, a cierta identidad y folklore cultural. Verbigracia, lo que hacía aquí en España Manuel Pedrolo, cuyo Trayecto Final nada tiene que envidiar a algunas de las mejores ideas de K. Dick ni en concepto ni en desarrollo. U, hoy día, el audio-relato Notario de los Chico y Chica: en un lance dado la narradora, en el marco de un diario interestelar a lo Star Trek, admite que ”en las misiones largas nos meten guirlache”. Una frase -que en la ciencia ficción puede parecer un anacronismo en la jerga pero que en realidad es igual de válido que cualquier otra conjetura o especulación a futuros que se quiera hacer- que bien podría salir sin problema alguno del replicante gay en cualquiera de sus conversaciones, humanizando más si cabe a unos seres artificiales que, como ya dijera el eslogan de la Tyrell Corporation, son más humanos que los humanos. Y al margen de esto, la aproximación sin referencias, la autosuficiencia antes mencionada, permite que se entienda la película sin problema alguno para extraer unos corolarios bien semejantes a los que pretendía plasmar K. Dick. Los diálogos dan la justa información para saber quién es robot y quién no, así también las acciones de unos y otros permiten que De Sosa establezca una subversión de los mecanismos habituales de identificación del espectador que aproximan más al film a una suerte de Test De Turing capaz de detectar si alguien es humano o replicante en base con quién empatice.