A lo largo de la historia cinematográfica, muchos son los recursos que se han ido poniendo en práctica para desarrollar las distintas propuestas fílmicas que se han ido desarrollando.
En este apartado, el recurso de la voz en off quizá sería uno de los más atinados (siempre que se use dentro del contexto más adecuado) que tan bien desarrollarían realizadores como Truffaut o otros acérrimos al cine negro, que tan buen uso daba a ese recurso.
En cambio, y cuando digo que resulta atinado siempre y cuando se use en el contexto más adecuado, me refiero a que la voz en off es una herramienta muy práctica, pero práctica para exponer cosas que no se vean en pantalla, pues de lo contrario, se torna redundante, y por redundante, pesada, cargante y absurda.
Y eso es lo que le sucede a este film, que abusa de una voz en off que no dice absolutamente nada. Nada que no veamos ya en pantalla, vamos.

Para rematar la jugada, es una de esas historias sobre frescas que a mi tanto me fascinan, aunque no me parece realmente mala la jugada debido a que el talento de Malle para crear imágenes saca a flote la propuesta en sus momentos más apagados, ello y un halo de cierto romanticismo que la rodea constantemente.

Quizá peca también su final de ser excesivamente seco y de dejarnos con la sensación de que el narrador se ha quedado a medias, sin nada más que contar.
Aun y así, no está nada mal para ser la segunda cinta en solitario de un realizador que luego nos regalaría trabajos de mayor envergadura.