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Voto de Grandine:
6
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21 de octubre de 2008
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día conversando, entre cervezas
me hablaron sobre toda una rareza
Se trataba de algo que había desatado en Europa
una de las más fuertes y locas euforias
haciendo que aquellas pacíficas gentes
se tornasen karatekas sin dos dedos de frente.
El rótulo lo decía todo: "De profesión, invencible",
y hacía de aquel título algo con una pinta increíble.
Así concebí aquello como algo ineludible,
debía rendir tributo a un género tan plausible.
Algo que había hundido el mito de que Bruce Lee
era el precursor del arte llamado Kung fu aquí
merecía ser oído y visto por servidor
sin ningún tipo de duda ni temor.
Empezó la sesión puntual como cabía esperar,
y la sala estaba preparada para disfrutar sin cesar.
Los primeros minutos resultaron ser curiosos,
pese a que la película no poseía ningún tipo de poso.
A partir de ahí, apareció el concepto diversión,
gracias a sus encomiables zooms y caspa a mogollón.
Las retinas no se desprendían de la pantalla,
ni aunque se llenase de sentimentaloide morralla.
Todo el público atendía sin su vista apartar,
de aquel entrañable espectáculo sin par.
El despiporre general empezó,
con unos ojos volando cual planeador
Técnicas sorprendentes se daban cita en ella,
sacando de todos nuestra vena dragonballera
Se oían más los aplausos que a los actores,
aunque sus diálogos eran del tamaño de los de Ozores.
Cuando culminó el festival de caspa, no sin gran pesar,
sólo quedó ovacionar aquella delicia para el paladar.
me hablaron sobre toda una rareza
Se trataba de algo que había desatado en Europa
una de las más fuertes y locas euforias
haciendo que aquellas pacíficas gentes
se tornasen karatekas sin dos dedos de frente.
El rótulo lo decía todo: "De profesión, invencible",
y hacía de aquel título algo con una pinta increíble.
Así concebí aquello como algo ineludible,
debía rendir tributo a un género tan plausible.
Algo que había hundido el mito de que Bruce Lee
era el precursor del arte llamado Kung fu aquí
merecía ser oído y visto por servidor
sin ningún tipo de duda ni temor.
Empezó la sesión puntual como cabía esperar,
y la sala estaba preparada para disfrutar sin cesar.
Los primeros minutos resultaron ser curiosos,
pese a que la película no poseía ningún tipo de poso.
A partir de ahí, apareció el concepto diversión,
gracias a sus encomiables zooms y caspa a mogollón.
Las retinas no se desprendían de la pantalla,
ni aunque se llenase de sentimentaloide morralla.
Todo el público atendía sin su vista apartar,
de aquel entrañable espectáculo sin par.
El despiporre general empezó,
con unos ojos volando cual planeador
Técnicas sorprendentes se daban cita en ella,
sacando de todos nuestra vena dragonballera
Se oían más los aplausos que a los actores,
aunque sus diálogos eran del tamaño de los de Ozores.
Cuando culminó el festival de caspa, no sin gran pesar,
sólo quedó ovacionar aquella delicia para el paladar.