La fría luz del día es a primera vista un thriller que trata de ser ambicioso por el notorio elenco de actores y actrices que aparecen. Sin embargo, pronto caemos en la cuenta que la historia parece estar improvisada sobre la marcha. Ni con la aparición estelar de Sigourney Weaver haciendo de asesina implacable o Bruce Willis, en un papel de los suyos; de policía arriesgado, logran levantar en ningún momento ésta historia. Y es que a juzgar por las imágenes del principio de la película, en la que la familia Willis aparece en alta mar con un barco de recreo, da la sensación de que en vez de estar rodando una película, se encuentren de vacaciones disfrutando del sol de la costa española.

La actuación de Henry Cavill es poco creíble. ¿Quién se puede creer que un aburrido hombre de negocios, se convierta de la noche a la mañana en una especie de agente secreto, esquivando balas y asesinos por las calles de Madrid?.

No es de extrañar que Bruce Willis, viendo el guión tan flojo de ésta película desapareciese a mitad de metraje, quizás con la intención, de que estando en España y en pleno verano como se puede ver por las imágenes, se escapase a disfrutar de unas cortas vacaciones.

La que si aguantó hasta el final fue Sigourney Weaver que parecía interesada en tomarse en serio un papel con muchos fallos, quizás sabiendo que su historia no iba a convencer del todo al público.

Lo de Veronica Echegui y Óscar Jaenada es de premio a la peor interpretación. No digamos ya de los guionistas que se inventaron lo de las escenas de la discoteca para que el señor Jaenada diese rienda suelta a su vena barriobajera y lo de la estudiante de medicina que cura al protagonista de forma milagrosa, es como para encender una vela a Santa Rita. Pero como se suele decir, en el cine todo vale, aunque el resultado sea tan desastroso como en ésta fría luz del día.