Mi apuesta es la siguiente: Hollywood comprará (o ya ha comprado a estas horas atrabiliarias y nocturnas) los derechos de esta obra y tendremos de ese feliz modo pronto en las mejores salas una versión de rompe y rasga con alguna estrella escogida y concienciada que hará las delicias hasta de los más fríos o renuentes.
Me juego la vida, el gobierno y la hacienda en el envite.
Veremos.
Ella es rubia, alta y guapa. No te la acabas de creer como sonsa necesitada, más bien la imaginas como mujer de aúpa, mucho, de cuidado o padre y muy señor mío.
Él es un maduro de mirada escrutadora y azul, manco peripatético y cincuentón que todavía tiene un buen achuchón, ozú.
Juntos serán gloria. Ni la muerte podrá con su ley.
Unas últimas cosas:
- Ese retorcido y torticero final con suicidio postergado y no consumado no me gusta demasiado.
- El sueño de los ciervos y la transferencia onírica fue cosa fina.
- Todo lo que tiene que ver con el matadero, la entrometida y turgente psicóloga, los compañeros y la madre del cordero, todo ese enorme engorro nos tuvo a punto de cruzar Despeñaperros, con el alma e vilo, hecha un ovillo.
¿Tal vez humor, cuento, fábula, serio juego o tontito y forzado ejercicio de blandas intenciones, añagazas melosas y tristes derroteros?
Silencios, pausado ritmo y apariencia de cine exquisito hacen el resto, visten el muñeco, un cuerpo más bien vulgar, consabido y fullero. Bien hecho, bonito, cuidado, yo no lo niego. Pero vale, velo, cine trampero.