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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
1
Thriller. Drama Un adolescente es brutalmente asesinado delante de su padre. Éste, que es el único testigo del crimen, intenta vengarse matando a cada uno de los implicados en el homicidio, pero sus actos tendrán consecuencias inesperadas. (FILMAFFINITY)
21 de marzo de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horrorosa. Abominable.
Desde todo punto de vista. Tanto estética como ideológicamente.
Es lo de siempre. No avanzamos. Venga a tropezar con la misma piedra. Décadas enteras repitiéndonos (desde, por lo menos, Bronson. En verdad, desde el principio de los tiempos y la cultura, ya estaba, por ejemplo, en las sagradas escrituras). A vengarnos que no hay prisa. Armados hasta los dientes y a por los malos, que seguro que son más torpes, lentos y cobardes, vamos.
Pues eso, la misma cantinela cansina, otra vez. Padre de familia hermosa (por cierto, ¿quién fue el primer tonto al que se le ocurrió la brillante idea de que la felicidad edénica y gozadora a todo dar debe ser el paso previo e inevitable a la "inesperada" desgracia? ¿Quién fue el lumbreras que pensó que así se causaba mayor impacto o emoción en el pobre espectador? ¿Por qué se sigue haciendo hasta el infinito y más allá? ¿No sería posible, por una sola vez, aunque solo fuera por probar, que alguien muriera, algún bendito, tras tener un jodido dolor de muelas, quedarse repentinamente calvo, descubrir por fin su seguro futuro de mierda o... ?) pierde hijo a manos de gusanos rabiosos; malos y perfectos imbéciles. El resto ya lo sabéis. Solo que en esta ocasión es todavía peor si cabe. La venganza es más absurda, delirante y majadera; más increíble e imposible. Con la policía (el cuerpo entero, no solo la jefaza) más zote, incompetente y vaga que imaginarse quepa y con la banda de malhechores o ratas de cloaca (retratados como el mal abismal; imposible redimirlos ni salvarlos. Un tiro a cada uno y sanseacabó. Y el buen hombre podría descansar en paz, con el deber cumplido) más lisérgica y descerebrada de toda la civilización occidental.
El Bacon pasa de chupatintas abotargado a Rambo redivivo en un santiamén, en eso que huele sangre*, haciendo el ridículo asombrosamente, hasta el fondo del pozo, se tiró de cabeza y nadie fue a buscarle, ahí se quedó para los restos. La mujer es un mero florero, no aporta nada (a lo sumo llantina y un seno maternal en el que echar tus buenas lágrimas), un cero a la izquierda; y el hijo sobrante es muy lerdo, pero mucho (papa, debí morir yo, él era mejor, ¿a que sí?, claro, claro... ).
Cada escena es más aberrante y efectista que la anterior. Nada tiene sentido, verosimilitud o un pasar. Todo es repugnante y truculento.
Solo se adivina, una vez más, la paranoia norteamericana en todo lo grande. O de cómo las clases medias altas están aterradas ante la posibilidad de que las bajas les quiten lo suyo, esa vana opulencia, esa tonta injusticia; del ansia desenfrenada por las armas (es lo que más quieren y desean, nada de hipocresías familiares ni leches, dame un fusil de asalto y no me digas más. Su paraíso será armería, su amante la pistola, su Dios la balacera y su vida la muerte. Sin duda); de la nula confianza en el Estado (ya lo dice la policía: esto es una guerra. Ni ella cree en la instituciones o la ley que, se supone, representa, quizás por eso, porque las conoce de primera mano y sabe a qué atenerse al respecto, de hecho, lo reduce, el asunto criminal, a una lucha de unos contra otros en el que las fuerzas de seguridad son mero decorado, no sirven para nada, una jungla, en definitiva. El crimen como algo inevitable, imposible de erradicar; un fatalismo que sirve de justificación, poco disimulada aunque más o menos indirecta, de la ley del talión, o mátalos tú a lo bruto ya que pese a que la merecen, la muerte violenta, digo, a nosotros nos impide ejecutarlos debidamente todo el maldito entramado legal burocrático judicial, ese fárrago abstruso, claramente injusto. Algo así como dar luz verde, su beneplácito visto bueno, a las acciones paramilitares y justicieras más cazurras, o cómo ciscarse en la legalidad vigente, en esa santa democracia de la que supuestamente están tan orgullosos, pues va a ser que no), del necio afán de heroísmo individualista y lobotomizado; y de la obsesión por convertir todo, hasta lo más abyecto y depravado (el matar a lo que salga) en un espectáculo que baile a ritmo de videojuego adolescente y padezca en forma de pesadilla metálica, comercial, vacía, muy idiota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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