Troceada en viñetas cerradas a fuerza inopinada de golpe de efecto; con sorpresas sucesivas que sacrifican cualquier sentido o una mínima coherencia narrativa con tal de llamar la atención del espectador, como sea. ¡Mira, mira, mira, el aristócrata necio se mató con una piedra mal puesta, el escritor tan bueno era un ladrón sinvergüenza, el sueño emborrachado termina en un despertar caudaloso, la flecha en toda la mano, el tiro en el corazón..., mira, mira, mira, hermano!
La idea central sería que el amor es atroz, peor que una peste medieval o un tornado americano que deja a su paso un terrible de cadáveres reguero. Desde el origen chusco y escocés hasta el grosero final en la casa de la pradera.
A última hora se apaña la cosa con un par de remiendos salerosos y un pintón encaje de bolillos. Será la familia más chula del mundo.
Antes de despedirnos, hay que decirlo, o mejor preguntarlo, para así poder dormirnos tranquilos: ¿Se puede morir de forma más idiota que como lo hace el chaval pamplinoso y atontao? ¿Se puede ser más palurdo y tontaina? ¿Por qué no le dieron un buen hostiazo en toda la cara allá en su más tierna infancia, cuando todavía estaban a tiempo, quitándole el moco de una jodida vez?