A poco que uno haya tenido la inmensa fortuna y disfrute de poder haber ejercido de padre en esa primera década de la vida de nuestros hijos no podrá reprimir las lágrimas con esta historia por mucho que su director Uberto Pasolini no juegue a ello. 

Hay que decir que el escaso cine de este director, solo tres películas hasta la fecha en doce años, está preñado de humanidad y buenos sentimientos que amasa a ritmo pausado consiguiendo siempre que empaticemos con sus personajes por muy anodinos y grises que puedan parecernos. Su anterior trabajo "Nunca es demasiado tarde" (Still life) es absolutamente recomendable y a mi juicio le quedó más redondo que esta nueva entrega. Por cierto, no deberían cambiarle los títulos originales mucho más poéticos.

Acompañamos pues a un padre (notable James Norton) en su peregrinaje emotivo antes de tener que despedirse de su hijo, con quien aprovecha todo el poco tiempo de que dispone. Su deseo de dejarle en buenas manos, en una familia que nunca tuvo hacen aflorar sus dudas y sus miedos ante la atenta mirada del niño que intuye el inevitable adiós. Sin embargo, el guion del propio director parece no querer avanzar en su propio camino y las situaciones se repiten por mucho que sean entrañables, lastrando el conjunto sin desmerecer la intención. "Truman" (2015) la película de Cesc Gay que aborda un tema similar con otro ser querido, aunque no sea humano, consigue darle más recorrido y matices al drama que implica el asunto.  

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