Vale que la cosa no es como para tirar cohetes, pero tampoco para tirárselos encima. Retrasado su estreno dos años por diferentes motivos ha pasado a figurar como la última entrega del universo X-Men antes de que la Fox le pasara los trastos a MARVEL-DISNEY. Pues menos mal porque la realmente última entrega, aunque estrenada antes, fue ese artefacto llamado "Dark Phoenix que por comparación hace mejor, más digerible y entretenida la que nos ocupa que con menor presupuesto juega sus bazas de tebeo para adolescentes que se suma al género de terror.

Afirma su director el estadounidense Josh Boone (1979) que quería que fuera más terrorífica aún pero no le dejaron y también que era la primera de una trilogía. Me temo que tampoco le dejaran. Tiene la indudable virtud de abrir el campo a otros géneros dentro del superheróico y Boone fan de los X-Men la trata con cariño dentro de sus posibilidades de producción. 

La historia juega con la metáfora del caos de la adolescencia, la búsqueda de la propia identidad, asumiendo el pasado traumático o no (en este caso bastante) y la consabida rebeldía ante un futuro manipulado y programado. Un elenco desigual y un tono que no acaba de asentarse le impiden levantar el vuelo como debiera. Tampoco empatizamos con el grupo ni este entre sí por mucho que nos metan con calzador el amor, lésbico para la ocasión y el deseo sexual propio de las hormonas alteradas de la edad ante una Anya Taylor-Joy que se come la pantalla desequilibrando al grupo del que solo sale indemne en sus antípodas el buen hacer de Maisie Williams.
Debí de ser uno de los pocos que le gustó bastante el debut de Josh Boone con "Un verano en la playa" (2012), su segunda entrega no la vi (me deprimen las historias de enfermos terminales) y ahora con esta de superhéroes le sigo dando crédito hasta que le salga algo redondo. Parece que su miniserie "The Stand" sobre la novela de Stephen King también tiene división de opiniones. Paciencia Boone, todo llegará.

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