La sombra de Dickens sigue siendo alargada. Los personajes (su familia)   que retrata y nunca mejor dicho el director no tienen los nombres rimbombantes de los del genio de Portsmouth. La reina Victoria ha sido relevada por otra "dama de hierro" y los suburbios de Londres tienen su reflejo en los de Birmingham . La desigualdad social brutal y la miseria permanecen pasados los siglos. Concebida como una sucesión de microrrelatos el reputado fotógrafo  Richard Billingham ajusta cuentas y exorciza sus demonios personales con sus progenitores a los que enfoca con mirada de entomólogo y poeta en este su debut cinematográfico. Nos priva de antecedentes y contexto como si estos fueran inherentes a una estructura social injusta e inevitable. Estrecha la pantalla, apaga los colores y desciende al detalle de la miseria para reforzar la opresión, la dificultad de encontrar una salida sin abandonar definitivamente la ratonera. Se centra en mayor parte en su hermano pequeño magníficamente interpretado por James Hinton y Dickens vuelve a esta presente con momento emotivos que dan lugar a la esperanza a una vida mejor. El propio caso de Billingham es la prueba.

Sin concesiones al espectador medio el director realiza su ejercicio de estilo rotundo, pausado y contundente que puede y logra llegar a agobiarnos y consigue entresacar belleza visual entre la acumulación de basura y desencanto. Interesante el paralelismo que establece con los animales. Ha cosechado un buen puñado de premios y pone a su director en el punto de mira de los nuevos realizadores de cine social tan arraigado en Gran Bretaña.

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