Last Night in Soho es una película de dos mitades: la primera, espectacular, un uso colorimétrico pop que ambienta la película en los 60 increíblemente junto con la idea de la doble identidad por del sueño con Sandie; y una segunda parte desastrosa, literal que la película pega un bajón de calidad considerable.

El tema del brote psicótico se le va completamente de las manos a Wright y la película se convierte en una espiral de griterío tan absurdo que el espectador desea que se termine tanto como la misma película. Sumadas a las casualidades tan poco sutiles como encontrarte a tu amiga en la biblioteca del pueblo cuando estás a punto de clavarle unas tijeras en la cara o estar en un teléfono público de una calle random y ver a tu amigo, justo cuando necesitas su ayuda, cuando corre detrás de un coche de policía porque este creía que ibas en él. O sea, ¿qué?

Qué lástima, podría haber sido mucho mejor.