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España España · Madrid
Voto de Damarela:
8
Aventuras Siglo I d.C. En la Roma de Tiberio, el joven y noble Marcelo Galio encuentra en una subasta de esclavos a la bella Diana, enamorada de él desde que eran niños, y ahora pupila del emperador. Marcelo se enfrenta en una violenta puja con Calígula, hijo y sucesor de Tiberio, y consigue quitarle al esclavo griego Demetrio. Enterado el emperador de la disputa, castiga a Marcelo enviándolo a Palestina en calidad de tribuno. Cuando llega, ... [+]
30 de marzo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las características más curiosas de las películas de romanos de mediados del siglo pasado es que solían contar la historia de un personaje y como telón de fondo estaba el cristianismo. Ya fuera someramente o porque realmente esta presencia fuera relevante para la trama, lo cierto es que estaba ahí. Generalmente, el protagonista (un joven apuesto, algo arrogante, cínico y de noble cuna) solía encontrarse en medio de sus vicisitudes con la presencia bondadosa de algún apóstol o, si tenía más suerte, con el mismo Jesús. En general, eran historias de redención contadas con gran belleza y que han llegado a nosotros resistiendo, muchas de manera notable, el paso del tiempo.

Cómo no, dentro de esta descripción podemos encontrar a “Quo Vadis” (1951), a “Ben-Hur” (1959) o, por ejemplo, a la que hoy nos ocupa: “La túnica sagrada” (“The Robe” 1953). El argumento es bastante sencillo: Marcellus (Richard Burton) un tribuno romano, es castigado por su eterno rival, el futuro emperador Calígula (Jay Robinson) a ser transferido a la polémica Jerusalén, por una doble disputa: la posesión de un esclavo, Demetrio (Victor Mature) y el amor de Diana (Jean Simmons). Allí, supervisará, por encargo de Pilatos, la crucifixión de Jesucristo, y al ganar la túnica de éste en una apuesta, descubre que ésta ejerce un poder sobre él.

Obviamente, el mensaje estaba bien claro. Marcellus sufre remordimientos por haber crucificado a una persona a la que creía inocente, y en su interior, y pese a su condición de romano, algo le dice que puede vivir de otra manera. Sin embargo, es él quien, con su trabajo y reflexionando, acaba eligiendo lo que mejor cree que hará que se sienta bien consigo mismo. Esta clase de personas no suelen ser malas per se, pero todo lo que les rodea, su estatus y modo de vida, suelen cegarles de las cosas importantes de la vida. De esta forma, no es lo más importante el hecho de que Marcellus se convierta o no al cristianismo, sino que surge en él un nuevo respeto por la vida y será éste el que le obligue a enfrentarse a todo aquello que antes defendía.

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Fragmento extraído de www.generacionfriki.es
Damarela
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