Cuando la vida no sonríe, podemos optar por la desconfianza hacia todo lo que nos rodea y usamos el antifaz de la indiferencia, fortalecido con una armadura que impide el acceso a otros hacia nuestro interior, devastado por la poca fortuna que amarga el sabor de la vida. A lo largo de nuestra existencia pasan cientos de personas con corazas similares a la nuestra, muchas de ellas son momentáneas, otras permanecen y dejarán un legado de enseñanzas aún cuando no exista empatía dentro de la relación. Ésto permite que con cautela podamos conocer quien actúa con honestidad y supera las coincidencias para fortalecer la relación de tipo afectiva o amistosa, saber quien va más allá de obtener un beneficio propio y ofrece transparencia absoluta.

Dos abrazos, el mejor ejemplo de gente ajena como en la vida diaria: un taxista y su relación con la hija de un pasajero o bien una cajera con un chico de la secundaria con responsabilidades que lo rebasan dentro del entorno familiar; dos relaciones en las que existe la desconfianza, soledad e incomprensión, experiencias del diario dentro de un taxi o en el área de cajas de un supermercado.

¿Qué hay en la vida de un adolescente que responde agresivamente a quién lo cuestiona?
¿Qué debe soportar para mantener su trabajo la cajera que nos cobra cualquier artículo en el supermercado?
¿Cuántas historias tiene por relatar un taxista?
¿Cuáles son los motivos de un pasajero para abordar dicho taxi?

Estas preguntas se contestan como lo han dispuesto los creadores de esta película; pero tienen tantas respuestas como uno las pudiera imaginar. Lo destacable es que son dos abrazos que escasamente pueden verse en una sociedad en la que nadie confía en nadie.

Dos abrazos es una propuesta interesante que pudo haberse integrado más, queda la idea que son dos cortometrajes hilados por una calle.