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Voto de Juan Marey:
9
Drama. Intriga. Cine negro Richard Harland (Cornel Wilde), un joven escritor, conoce en un tren a Ellen Berent (Gene Tierney), una bellísima mujer con la que se casa pocos días después. La vida parece sonreírles, pero Ellen es tan posesiva y sus celos son tan enfermizos que no está dispuesta a compartir a Richard con nadie; tanto amigos como familiares representan para ella una amenaza de la que intentará librarse, provocando la desgracia de quienes les rodean. (FILMAFFINITY) [+]
15 de diciembre de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La maldad encarnada en una mujer atractiva ha sido uno de los temas más recurrentes del cine, con Ellen Berent esta maldad alcanza una de sus cotas más elevadas. En este caso estamos ante la conocida historia de celos y odio que llevan a una persona a cometer actos de locura y odio, la película está contada como un flashback de la primera escena, este flashback nos lleva a un tren donde nuestra querida Ellen (La siempre bellísima y fascinante Gene Tierney) y el escritor Richard Harland (Cornel Wilde) se conocen, enseguida empezarán una relación, se casarán y se irán a vivir con el joven hermano de Richard, un adolescente en silla de ruedas. Todo parece tremendamente idílico pero poco a poco nos iremos involucrando en la trama y sintiendo que cierto peligro se acerca.

Gene Eliza Taylor Tierney fue, según Darryl Zanuck, la mujer más bella de la historia del cine, y el autor de estas líneas comparte plenamente su opinión. Elegante, tremendamente distinguida, de andares ambiguos y mirada felina, en este caso está fantástica dando vida a un intangible como el desequilibrio mental, creando uno de los personajes femeninos más emblemáticos de la historia del cine clásico a la altura de trabajos como los que pudo realizar Bette Davies o Joan Crawford. Del resto del reparto, cabría destacar a Cornel Wide interpretando con solvencia al torturado y cautivado esposo; Jeanne Crain, como la dulce Ruth Berent, prima de Tierney y de una belleza casi comparable a la de la actriz; y a Vincent Price, en un corto, pero memorable papel como el novio despechado.

Poner a Stahl al frente del proyecto fue sin duda un acierto. Este director y productor de origen neoyorkino se había especializado en melodramas, siendo el responsable de títulos señeros del género, tales como IMITACIÓN A LA VIDA (IMITATION OF LIFE, 1934); SUBLIME OBSESIÓN (MAGNIFICENT OBSESSION, 1935); SAGRADO MATRIMONIO (HOLY MATRIMONY, 1943) o LAS LLAVES DEL REINO (THE KEYS OF THE KINGDOM, 1944), el desafío para Stahl era el empleo del technicolor, con el que no estaba familiarizado, puesto que todas sus películas anteriores habían sido filmadas en blanco y negro. Por suerte, contó con la colaboración de Leon Shamroy, uno de los grandes directores de fotografía de la historia del cine. Hay muy pocas películas en las que se haya empleado tan sabiamente el color, las suaves tonalidades cromáticas parecen más adecuadas para un film romántico que para esta sórdida historia, pero en realidad, complementan magníficamente el relato, el entorno de ensueño, deliberadamente recreado por Stahl y Shamroy, es un eficaz contrapunto para la oscura historia de Ellen Berent. La excelente fotografía de Shamroy contribuyó a darle un aspecto más idílico si cabe a los maravillosos escenarios naturales en los que transcurre buena parte del metraje, y realzó hasta el paroxismo la belleza de una Gene Tierney más hermosa que nunca.

Otra joya más del cine americano de los años 40, una de las obras maestras del melodrama y una de las cintas más míticas que produjo la Fox en toda su historia. Una gran película, una de las más sugestivas personificaciones del mal jamás llevadas a la pantalla y como dijo Martin Scorsese, “Que el cielo la juzgue”, una película negra en rutilante color.
Juan Marey
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