Con cada nueva visión de esta película salen al descubierto nuevas lecturas, nuevos matices. Sé que suena a tópico, pero ya no se hacen westerns como éste...un compendio de toda la sabiduría del maestro Peckinpah, una obra de artesanía que retrata de forma muy realista lo que debía ser la vida en el duro y hostil territorio de New Mexico a finales del siglo XIX.
Y en medio de una naturaleza tan bella como inhóspita la violenta historia de amistad, traición y tragedia de dos mitos del viejo oeste. Garrett -impresionante Coburn, uno de los sheriffs más duros jamás filmados. Nunca dice una palabra de más- y Kid -buena réplica de Kristofferson, una especie de Jim Morrison con revólveres- son el prototipo del pistolero que presta sus servicios a ambos lados de la ley. Rodeados por una excepcional colección de personajes secundarios; prostitutas, borrachos, viejos locos, sheriffs místicos, mexicanos fronterizos, gentes desesperadas que vagan por el territorio sin más ambicion que intentar escapar antes de que algo o alguien acabe con ellos...
Una película lenta sin llegar al extremo de Leone, destila belleza y tristeza al describir el final de un mundo y una forma de entender la existencia, unos valores a los que se aferra Billy tozudamente. Ya se lo advierte a Garrett; "los tiempos quizás cambien, yo no". Aunque en ello vaya su vida
Y está Bob Dylan, tan buen compositor como mal actor. Se le perdona todo por su magnífica banda sonora.